Cuando Rusia atacó Chernóbil olvidó una bomba de relojería a 14 km del frente: un núcleo de neutrones del tamaño de un autobús

Publicado el 17/09/2025 por Diario Tecnología
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Cuando Rusia atacó Chernóbil olvidó una bomba de relojería a 14 km del frente: un núcleo de neutrones del tamaño de un autobús

En la guerra de Ucrania, lo nuclear no es un asunto puramente armamentístico. Entre los escenarios más devastadores que laten sobre la contienda esta la posibilidad de un error que lleve a un desastre ambiental sin precedentes. Ya sabíamos que la planta de Chernóbil tenía agujero y sigue sin poder repararse, pero el alcance es mucho más amplio que la tristemente famosa planta. 

Bajo amenaza constante. Lo cierto es que la invasión rusa de Ucrania no solo ha transformado el mapa militar de Europa, sino que ha puesto en riesgo una extensa red de instalaciones nucleares que nunca fueron diseñadas para resistir bombardeos. Aunque la atención internacional se ha centrado en la central de Zaporiyia, la mayor de Europa y en manos rusas desde 2022, el país alberga múltiples reactores, laboratorios de investigación y depósitos de combustible gastado que conforman un delicado mosaico de riesgos. 

Entre ellos destaca el Instituto de Física y Tecnología de Járkov, donde se encuentra el dispositivo conocido como Neutron Source, que contiene varias decenas de kilos de uranio enriquecido capaces de contaminar vastas áreas si fueran dispersados. Situado apenas a 14 kilómetros del frente, el edificio ha sufrido más de 70 impactos confirmados de munición rusa, lo que hace temer que el objetivo de Moscú no sea accidental, sino deliberado.

Járkov, blanco militar. El instituto, que en tiempos soviéticos contribuyó al diseño de la primera bomba atómica de Moscú, acordó en 2010 retirar su uranio apto para armamento y enviarlo a Rusia bajo presión de Estados Unidos, en un esfuerzo de no proliferación. Sin embargo, aún custodia materiales de enorme peligrosidad, como el uranio de alta radiación contenido en el Neutron Source, construido con financiación estadounidense a cambio de aquella renuncia. 

La instalación combina un núcleo del tamaño de un autobús escolar con un acelerador de partículas de unos 30 metros, rodeado de blindajes metálicos, pero el edificio que lo alberga carece de protección frente a ataques. Los bombardeos han dejado grietas, han hecho caer yeso de las paredes y llegaron a destruir un transformador en 2022, sumiendo el complejo en meses de apagón y obligando a los científicos a improvisar sistemas de calefacción para evitar daños irreversibles en las barras de combustible. Ucrania acusa a Rusia de ecocidio, alegando que un impacto directo podría liberar radiación sobre una zona habitada por 640.000 personas.

D La instalación nuclear del Neutron Source en Járkov el pasado 4 de abril

El espectro de Chernóbil. Lo hemos ido contando. Desde el inicio de la invasión, los escenarios de catástrofe nuclear han estado presentes. En febrero de 2025, un dron ruso perforó la estructura de acero que cubre el reactor 4 de Chernóbil, la zona más contaminada del planeta, rompiendo su sellado hermético, aunque sin fugas inmediatas. En Zaporiyia, repetidos ataques han puesto en riesgo la refrigeración de los seis reactores, especialmente tras la destrucción en 2023 de una presa que obligó a depender de un estanque de emergencia y de dos líneas eléctricas vulnerables a la artillería. 

Cada incidente aviva el temor de un accidente radiológico que, aun sin ser de la magnitud de 1986, podría dispersar materiales contaminantes por amplias zonas de Europa del Este. La mera sincronización de ciertos ataques, como el de Chernóbil en vísperas de la Conferencia de Seguridad de Múnich, es interpretada por Kiev y sus aliados como mensajes estratégicos del Kremlin, que utiliza el riesgo nuclear como arma de intimidación política.

Efectos colaterales. Plus: no solo las instalaciones ucranianas están en peligro. A finales de agosto, restos de un dron ucraniano interceptado dañaron una estación transformadora en las inmediaciones de la central de Kursk, en territorio ruso, forzando a reducir su producción. El episodio ilustraba cómo la guerra convierte infraestructuras nucleares civiles en daños colaterales de una confrontación militar en la que drones, misiles y artillería operan cada vez más cerca de objetivos de alto riesgo. 

Los expertos recuerdan que ninguna central ni laboratorio de investigación en Ucrania fue construido para soportar impactos directos de municiones modernas, por lo que la prolongación del conflicto multiplica las probabilidades de un accidente.

Entre la resiliencia y la amenaza constante. Contaba el New York Times en un amplio reportaje que, pese al peligro cotidiano, los científicos ucranianos del instituto de Járkov continúan con proyectos de fusión nuclear y experimentos con hidrógeno radiactivo, recopilando datos que esperan presentar en conferencias internacionales. La paradoja de seguir investigando bajo bombardeos refleja tanto la resiliencia del personal como la fragilidad de un país que, además de resistir militarmente, debe custodiar materiales cuya liberación tendría consecuencias devastadoras. 

En palabras de uno de los ingenieros del centro al Times, los ataques rusos parecen carecer de lógica, pero su reiteración hace pensar en una estrategia de presión mediante el riesgo radiológico. Hasta ahora la catástrofe se ha evitado por fortuna y contingencias técnicas, pero cada día de guerra prolonga un pulso en el que la radiación podría convertirse en arma involuntaria o deliberada, con efectos que desbordarían con mucho las fronteras de Ucrania.

Imagen | Ministry of Defense of Ukraine, energoatom.com.ua

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