Cuando los británicos quisieron aterrorizar a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, eligieron un arma peculiar: ratas bomba
Publicado el 15/06/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Pensar en la Segunda Guerra Mundial es pensar en batallas a gran escala, operaciones tremendas y escaramuzas épicas. Y, si bien es cierto que hubo gestas imponentes, también estamos tremendamente influidos por el cine y los videojuegos. Porque hacer una peli de espías o un ‘Salvar al Soldado Ryan’ es ‘fácil’, pero… ¿y una sobre los tanques inflables o de palomas pilotando misiles? Eso ya es más complicado.
Porque, en un momento de desesperación, todo vale. Y si a los estadounidenses les dio por idear una bomba cargada de murciélagos para incendiar las casas japonesas, a los británicos se les ocurrió algo que parece una broma, pero que tenía bastante sentido: rellenar ratas con explosivo plástico y esperar que detonaran en las instalaciones nazis.
Los alemanes los pillaron a la primera, pero lejos de ser una chapuza, resulta que descubrir las ratas bomba fue lo que hizo que la operación fuera un éxito.
Exploding kittens rats
1941 fue un año clave en la Segunda Guerra Mundial. Los nazis dieron luz verde a la invasión de la Unión Soviética, los japoneses atacaron Pearl Harbor, Estados Unidos entró en la guerra de forma oficial y comenzó la deportación masiva de judíos a los campos de exterminio.
Había demasiados frentes abiertos y la guerra acababa de convertirse en un fenómeno global, pero los británicos llevaban años combatiendo a los nazis. El primer trimestre fue una locura, con bombardeos de los británicos a posesiones alemanas e intensos bombardeos alemanes en territorio inglés, atacando ciudades como Liverpool, Manchester, Birmingham y, sobre todo, Londres, que durante casi dos meses sufrió bombardeos nocturnos.
Aparte de en el aire, la guerra se libraba en tierra, y uno de los planes de la inteligencia británica giraba en torno al sabotaje industrial. Dañando las fábricas, Alemania perdería potencia bélica, es evidente. Así, la Oficina de Operaciones Especiales británica, o SOE por sus siglas en inglés, ideó una estrategia que consistiría en desperdigar ratas bomba cerca de infraestructuras alemanas.

No pondrían una “mochila” bomba a la rata y la dejarían libre por ahí, no: el plan consistía en hacerse con ratas muertas, abrirlas en canal, vaciarlas, rellenarlas de explosivo plástico, colocar un detonador que saliera por lo que sería el ano y ubicar estratégicamente cada animal cerca de las calderas de las fábricas y edificios clave de los nazis.
¿El objetivo? Que cuando un trabajador encontrara una rata, directamente la arrojara a esa caldera, prendiendo la mecha y haciendo que la estructura volara por los aires, interrumpiendo la máquina de guerra nazi. Dicho así, lo cierto es que era un plan brillante porque era fácil pensar que los trabajadores no darían sepultura al animal ni la tirarían por ahí, ya que podría propagar enfermedades, siendo lo más rápido esa cremación en la caldera. Y se hicieron con un centenar de ellas.
Hubo un problema: los nazis interceptaron el primer envío de ratas explosivas antes de que éstas se desplegaran. Lejos de pensar que el plan fracasó, resulta que la pillada fue mucho más efectiva que lo que podrían haber conseguido si las ratas hubiesen conseguido ser arrojadas a las calderas.
Y el motivo es obvio: los nazis, al descubrir la artimaña, se preguntaron cuántas ratas explosivas antes de esa intercepción habrían podido colocar los británicos. Eso sembró una duda más explosiva que la propia rata porque los nazis lanzaron campañas de búsqueda de dispositivos similares y, si encontraban una rata muerta, empezaban a temblar. ¿Sería una rata o una bomba?
A pesar de que nunca llegó a explotar ninguna, la operación se consideró un éxito psicológico por la paranoia general que ocasionó en las filas alemanas. La posibilidad de un sabotaje tan poco convencional obligó a que los nazis desviaran recursos para contrarrestar amenazas similares. En los archivos oficiales del SOE detallan que el dispositivo “causó considerables problemas al enemigo, pero no del todo en la forma en que se pretendía”.

Al final, se trató de una efectiva forma de guerra psicológica porque había alemanes intentando contrarrestar una amenaza inexistente. Como concluyó el propio SOE, “el problema que las ratas causaron a los nazis fue un éxito mucho mayor para nosotros que si las ratas hubieran sido usadas realmente”.
Hoy queda como una anécdota o un objeto de coleccionismo, como la rata de la imagen principal, vendida en 2017 por más de 1.800 dólares. También como una idea mucho menos alocada que la de esas palomas piloto… o la de los murciélagos incendiarios.
Imágenes | Charles Merrell, The National Archives, Bonhams
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