Cuando el Papa muere se sellan sus aposentos y se destruye su anillo. Es el comienzo de un ritual que termina en humo blanco
Publicado el 21/04/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Tal y como ha confirmado el cardenal Kevin Farrel, el papa Francisco ha fallecido a los 88 años de edad. Con su muerte se ha activado automáticamente un protocolo tan antiguo como milenario, un proceso meticuloso diseñado durante siglos de tradición eclesiástica. Así se ha dado comienzo a una especie de coreografía de rituales ancestrales que regulan la transición del poder espiritual más emblemático del mundo. Estas son todas las fases que terminarán en humo blanco.
Sellado por siglos. Como decíamos, tras el fallecimiento del pontífice, el jefe del departamento de salud vaticano, el cardenal Kevin Joseph Farrell, actual titular del cargo, ha verificado oficialmente la muerte. El cuerpo ahora será trasladado a la capilla privada del papa, vestido con una sotana blanca y ornamentos litúrgicos, y colocado en un ataúd de madera forrado en zinc. Junto a él se depositarán su mitra, el palio y una bolsa con monedas de su pontificado, además de un “rogito”, un pergamino que resume su vida y legado, el cual se leerá en voz alta antes de cerrar el féretro.
Mientras, la habitación privada del papa, ubicada en la Casa Santa Marta, será sellada, y el anillo del pescador (el sello oficial del pontífice) será destruido ceremonialmente con un pequeño martillo para impedir cualquier tipo de falsificaciones. Farrell redactará un acta oficial de defunción y se encargará de asegurar los documentos personales del pontífice. Comienza entonces el período llamado sede vacante, durante el cual el liderazgo eclesial queda en manos del Colegio de Cardenales, pero sin facultades para tomar decisiones trascendentales hasta que se elija al nuevo sucesor.
Homenaje público. Fiel a su estilo austero y alejado del boato, Francisco ya había reformulado las normas funerarias papales en 2024. Lo hizo eliminando muchos elementos de la pompa tradicional. A saber: su cuerpo no será expuesto en un catafalco elevado ni trasladado para vistas privadas de jerarcas eclesiásticos, sino que se exhibirá directamente dentro del ataúd en la Basílica de San Pedro para que el pueblo pueda rendirle homenaje. Se iniciará así el luto de nueve días conocido como novendial.
Francisco había abolido la tradición de los tres ataúdes para los pontífices fallecidos, sustituyéndolos por un solo féretro sencillo de madera y zinc. Esta decisión, contenida en la nueva edición del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, buscaba (según palabras del maestro de ceremonias litúrgicas, Diego Ravelli) “mostrar que el funeral del pontífice romano es el de un pastor y discípulo de Cristo, no el de un hombre poderoso del mundo”.
Funeral sin ostentación. La procesión hasta el templo será dirigida por el camarlengo Farrel, y el Colegio de Cardenales fijará la fecha del funeral, previsto entre cuatro y seis días tras la muerte (es decir, desde hoy lunes). A lo largo de nueve jornadas se celebrarán misas y rezos fúnebres en toda Roma.
Además, y contrario a la costumbre de enterrar al pontífice en las criptas del Vaticano, Francisco también ha dispuesto reposar en la Basílica de Santa María la Mayor, lugar de profunda devoción personal y frecuente destino de oración durante su papado. Con esta elección se convertirá en el primer papa en un siglo en ser enterrado fuera de San Pedro.
El cónclave. De quince a veinte días después del fallecimiento, el Colegio de Cardenales será convocado por su decano, el cardenal Giovanni Battista Re, para dar inicio al cónclave que designará al nuevo pontífice. Solo los cardenales menores de 80 años podrán votar (unos 120 aproximadamente) y todos deberán jurar secreto absoluto antes de ser aislados en la Capilla Sixtina, el espacio sagrado que se convierte en sede del proceso más hermético y solemne de la Iglesia.
Por cierto, el término conclave (del latín cum clave, "bajo llave") hace referencia al encierro obligado que impide dilaciones y garantiza confidencialidad. Las votaciones, que pueden repetirse hasta cuatro veces al día, requieren una mayoría de dos tercios para que un candidato sea elegido.
Humo blanco. Tras cada votación, las papeletas se queman junto con aditivos químicos que generan humo: negro si no hay acuerdo, blanco si lo hay. Una vez alcanzado el consenso, se le pregunta al elegido si acepta el cargo y qué nombre papal desea adoptar. Como referencia, la elección de Francisco (primer pontífice no europeo en 1.300 años) requirió cinco votaciones en 24 horas, pero en el pasado hubo cónclaves que se extendieron por meses o incluso años.
Habemus. El nuevo papa es entonces vestido con la sotana blanca en la sacristía contigua, y tras saludar a sus electores, se dirige al balcón central de la Basílica de San Pedro. Allí, ante miles de fieles congregados en la plaza y millones de televidentes en todo el mundo, un cardenal anuncia con voz solemne: Habemus papam. Ahora sí, el nuevo pontífice saluda y ofrece su primera bendición urbi et orbi, inaugurando así un nuevo capítulo en la historia milenaria del catolicismo.
Qué duda cabe, la figura del papa, además de ser guía espiritual de más de mil millones de fieles, ejerce una notable influencia moral y diplomática en el escenario global, y su elección a buen seguro será observada con atención tanto por creyentes como por líderes internacionales. Mientras tanto, el legado de Francisco (marcado por una prédica centrada en la humildad, la justicia social y la reforma institucional) quedará sellado no solo en su rogito, sino también en el recuerdo de una era en la que el trono fue ocupado por un hombre que eligió “caminar entre los suyos”.
Si se quiere también, la muerte de un papa es un acontecimiento de enorme resonancia global, uno envuelto en una solemnidad y un simbolismo que trasciende lo religioso para convertirse en una expresión de continuidad histórica y poder espiritual en pleno siglo XXI.
Imagen | Diariocritico, Penn State
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