Cuando el algoritmo no da una y las plataformas son más confusas que nunca, está claro que el negocio del streaming tiene un problema
Publicado el 03/06/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Tenemos la sensación generalizada de que en las plataformas de streaming podemos encontrarlo todo. Pero hay que encontrarlo. La priorización de la cantidad sobre la calidad que el streaming llevó a cabo durante años para construir catálogos está arrojando ahora resultados poco agradables para los espectadores, incluso cuando las principales plataformas han hablado de revertir la situación. Estamos ante un panorama de plataformas anquilosadas, llenas de contenido, pero a la vez, confusas e inmanejables. La calidad existe, pero localizarla no es tan sencillo.
Transformación profunda. Tras años de expansión y una carrera desenfrenada por acumular la mayor cantidad de títulos y producciones originales posibles, las principales plataformas comenzaron en 2023 a replantear su estrategia: la cantidad ya no lo es todo, y la sostenibilidad del modelo pasa por priorizar la calidad de los contenidos. Este descenso de producción de originales no solo ha traído consigo un ritmo de estrenos menos frenético. También ha dado pie a una etapa de recortes, cancelaciones y decisiones poco populares, como atajar las cuentas compartidas o introducir publicidad. Y sobre todo, a cierta confusión: ahora tenemos tanto material a nuestra disposición que es imposible encontrarlo.
A la búsqueda. En los últimos años, los usuarios se han habituado a un flujo constante e inagotable de nuevo contenido. Durante años, la estrategia de inundar el mercado con estrenos continuos se convirtió en la norma, generando una expectativa casi adictiva. Siempre había algo nuevo que ver. Cuando esa tendencia se ha frenado, hemos aterrizado en la situación opuesta: tal y como contaba este artículo de Salon en el que defendían la tesis de que aunque hay más material que ver en streaming que nunca, lo complicado es encontrarlo.
Can't get no satisfaction. Ahora que se estrena contenido a menor velocidad, el público puede interpretarlo como una caída en la calidad y el interés. Además, la cultura del binge-watching ya está completamente asentada, y no hace sino remachar esta sensación. Pero sobre todo: las plataformas de streaming son más confusas que nunca, con el algoritmo deslizándose por cada rendija, por cada categoría, y a veces ni sabiendo qué quiere ver, el espectador lo encuentra con facilidad. ¿Alguna vez te has visto atascado en un programa de Apple TV+ sin saber cómo volver al menú principal? ¿Alguna vez se te ha reseteado la plataforma después de un anuncio? Los bugs se multiplican, las categorías son un laberinto, la búsqueda es una absoluta odisea.
Como no hay programación nueva suficiente para apaciguar las necesidades que las propias plataformas han generado, éstas se convierten en acertijos irresolubles para que parezca que el contenido nos ha sepultado.
Se acabó el deambular. Por eso, diversos estudios detectan una tendencia. Aunque el público dedica mucho tiempo a deambular por las plataformas en busca de algo que ver, estamos intentando amortiguar esas horas volviendo a sistemas de recomendación "analógicos", que esquiven tanto la indiscutible caída en la claridad y usabilidad de las plataformas como la presencia de algoritmos cada vez más deficientes. Plataformas como Letterboxd y una cierta revalorización de los "recomendadores humanos" adquieren un renovado impulso en la era post-redes sociales (newsletters, por ejemplo), y son la mejor prueba de la caída de la dictadura del algoritmo.
Paréntesis de olvido. Salon destacaba en su artículo otro fenómeno propio de tiempos menos acelerados que estos. Antes mediaban paréntesis muy claros entre las distintas ventanas de exhibición de las películas: un estreno en cine tardaba un año en llegar a la explotación en formatos físicos domésticos; desde ahí podía pasar otro año o más antes de que lo viéramos en televisión, primero en canales de pago y luego ya en la televisión en abierto. Y ese era el final del camino: se consideraba que la película había hecho su recorrido comercial. Ahora es todo más acelerado y confuso: una película puede tardar apenas unos pocos meses en pasar del cine al streaming, a la vez que sale en alquiler y venta digital, saltándose el formato físico.
Esta carrera caótica hace que una película que, en nuestra cabeza estaba recién estrenada o incluso en el cine (Salon ponía el ejemplo de 'La trama fenicia' de Wes Anderson), en realidad ya se puede ver en streaming. Es solo un detalle más que suma a la confusión generalizada: lo tenemos todo al alcance de la mano y a menudo se nos escapa por falta de información. O porque sencillamente no damos abasto.
Soluciones a la vista. Las vías a seguir son complicadas, sobre todo en momentos como el actual, cuando Netflix se ha distanciado de sus competidoras y éstas son incapaces de seguir su ritmo y su músculo financiero, y atraviesan fases de recuperación de una identidad que vaya más allá de ser "competidoras de Netflix". Es decir, estamos en un momento de transición en la industria que solo añade confusión y falta de definición a todos estos problemas. ¿Qué pueden hacer las plataformas para definir mejor sus servicios, para que desaparezca esta sensación en el espectador de "está todo ahí, pero no tengo ni idea de cómo encontrarlo o de qué quiero ver"?
Volvemos al problema inicial. Las plataformas tienen que solucionar el gran drama de que pasemos horas buscando qué ver: según un estudio de diciembre de 2024, los espectadores estadounidenses pasan 110 horas al año intentando decidirlo. Es demasiado tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que el problema no ha cambiado: antes, había demasiado que ver. Ahora, es imposible saber qué han estrenado, dónde está o cómo acceder a ello.
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