Creíamos saber qué mató al ejército de Napoleón en Rusia. El hallazgo de un diente nos ha demostrado otra cosa
Publicado el 17/08/2025 por Diario Tecnología Artículo original
En el año 1812 se produce un momento que iba a quedar registrado en los libros de historia. La invasión de Rusia por parte de Napoleón culminó en una de las mayores tragedias militares: la Grande Armée, formada por más de medio millón de hombres, se vio obligada a una retirada devastadora marcada por el hambre, el frío y la enfermedad, una combinación que costó la vida a centenares de miles de soldados.
O eso creíamos.
Catástrofe sanitaria. En el verano de 1812, Napoleón Bonaparte reunió hasta 600.000 soldados para su campaña contra Rusia, la mayor fuerza que jamás había desplegado. Sin embargo, la estrategia de tierra quemada del zar Alejandro I, que implicó evacuar Moscú y privar al invasor de suministros, forzó la retirada del ejército francés hacia Polonia durante un invierno brutal.
Entre octubre y diciembre de aquel año, más de 300.000 hombres perecieron, víctimas del hambre, el frío extremo y una oleada de enfermedades que devastaron a una fuerza ya debilitada. Durante mucho tiempo, los testimonios de supervivientes y los primeros análisis científicos señalaron al tifus y la fiebre de las trincheras como los principales culpables, reforzando la idea de que las malas condiciones higiénicas habían sellado la suerte de la Grande Armée.
Los nuevos hallazgos. Ahora, investigaciones realizadas en el Instituto Pasteur de París han aportado una visión más precisa gracias a técnicas de metagenómica, capaces de identificar material genético de cualquier patógeno presente en restos humanos. El equipo de Nicolás Rascovan analizó dientes de trece soldados enterrados en Vilna (actual Lituania), epicentro de la mortandad durante la retirada.
Los resultados no detectaron huellas de tifus ni de fiebre de las trincheras, pero sí revelaron la presencia de Salmonella enterica, causante de la fiebre paratifoidea, y de Borrelia recurrentis, transmitida por piojos y responsable de la fiebre recurrente. Estas enfermedades, aunque no siempre fatales, habrían debilitado profundamente a soldados ya extenuados por las marchas interminables, la falta de víveres y las temperaturas glaciales. En ese contexto, incluso patologías que en otras circunstancias hubieran podido superarse se volvieron mortales.

Combinación letal. El nuevo escenario sugiere que la derrota no se explica por un único agente infeccioso, sino por una combinación devastadora: agotamiento físico, inanición, frío extremo y un conjunto de enfermedades que, juntas, minaron la resistencia de decenas de miles de hombres. La fiebre paratifoidea habría provocado diarreas y deshidratación, mientras que la fiebre recurrente debilitaba progresivamente con episodios cíclicos de fiebre alta.
Todo ello, sumado a la falta de higiene, a la propagación de piojos y a la imposibilidad de atención médica adecuada en medio del caos de la retirada, convirtió al ejército de Napoleón en un campo abonado para la enfermedad. La magnitud de la catástrofe sanitaria superó incluso a las pérdidas por combate, y se convirtió en uno de los factores decisivos que precipitaron el derrumbe de la campaña.
Implicaciones históricas y científicas. Aunque algunos expertos advierten que la cantidad de ADN recuperado es reducida y que los resultados no son del todo concluyentes, el estudio marca un avance importante en el uso de herramientas modernas para reinterpretar episodios históricos.
Demuestra el potencial de la metagenómica para rastrear enfermedades en restos humanos antiguos y ofrece nuevas perspectivas sobre cómo la biología, y no solo la estrategia militar, puede explicar el colapso de ejércitos y poblaciones enteras. Investigadores señalan que estas técnicas podrían aplicarse también al estudio de comunidades en América y Australia tras el contacto europeo, donde la falta de registros fiables y los sesgos históricos dificultan comprender el verdadero impacto de las epidemias.
La derrota que selló el imperio. La tragedia de 1812 sigue siendo uno de los puntos de inflexión más estudiados de la historia militar. El colapso de la Grande Armée no solo frenó la expansión napoleónica, sino que desencadenó la ofensiva de sus enemigos y el inicio del fin de su imperio. Si bien la épica de la campaña ha sido tradicionalmente narrada en clave de batallas y decisiones estratégicas, las nuevas evidencias confirman que la biología y la enfermedad desempeñaron un papel central en la debacle.
La retirada de Rusia fue, en última instancia, tanto un desastre militar como una catástrofe epidemiológica, y el ADN de unos pocos dientes hallados en Vilna ha permitido iluminar con mayor precisión los verdugos invisibles y diminutos que diezmaron a los soldados de Napoleón en uno de los inviernos más letales de la historia, empezando por un “ejército” inesperado de piojos.
Imagen | Jean-Louis-Ernest Meissonier, Blaue Max
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