China y Rusia se han aliado con un propósito claro: la explotación del kril. El resto del mundo arquea la ceja

Publicado el 21/12/2024 por Diario Tecnología
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China y Rusia se han aliado con un propósito claro: la explotación del kril. El resto del mundo arquea la ceja

Rusia y China están compartiendo demasiado estos últimos meses. Los dos países tienen un enemigo común y hasta hacen maniobras militares juntos. El gigante asiático está estudiando con atención las técnicas rusas en Ucrania por si tienen que hacer lo mismo contra Taiwán y, pese a disputas ocasionadas por una partida de ajedrez, las dos potencias están recorriendo camino de la mano.

Lo último es una alianza entre ambos para saltarse las restricciones internacionales sobre la pesca de kril en la Antártida. Y ya está haciendo que la comunidad internacional levante una ceja.

El kril de la disputa. Este pequeño crustáceo, similar a un camarón en miniatura, es clave en la alimentación de varias especies. Están en el menú de focas y pingüinos, pero también de las ballenas. Tanto que hay algunas que -y esto es una muy mala señal- se han desplazado miles de kilómetros para poder seguir comiéndolos.

Sin embargo, también se utiliza para consumo humano. Por ejemplo, en los suplementos alimenticios gracias a que su aceite tiene una gran concentración tanto de omega-3 como de antioxidantes. También es un buen cebo en actividades como la pesca y, sobre todo en Asia, como alimento, generalmente en forma de polvo para enriquecer otros platos.

Bloqueos. El punto de la discordia es porque, como leemos en The Guardian, parece que China y Rusia están colaborando para bloquear la creación de nuevos parques marítimos en la Antártida y relajar las restricciones actuales sobre la pesca de kril. Estos acuerdos internacionales llevan décadas vigentes para evitar la sobrepesca que acabe con grandes poblaciones de los crustáceos y, así, intentar no impactar a la fauna que depende de ellos.

Las dos potencias utilizaron su derecho a veto para, en una reunión en la que se iba a renovar el acuerdo que limita la pesca de kril, dicha renovación. Fue durante una reunión de la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos que integran 26 países. Y, evidentemente, se ha armado la mundial.

Retroceso histórico. Tony Press es el exdirector de la División Antártica Australiana y ha comentado que esta decisión ha hecho que las estrategias de protección del kril que se desarrollan desde hace casi 30 años hayan dado marcha atrás. Afirmó que "sienta un precedente muy malo para el futuro".

Lyn Goldsworthy es observadora en la comisión, además de doctora en la Universidad de Tasmania, y opina que "China tiene una estrategia a largo plazo para expandir la pesca de kril en la Antártida".

Sea shepherd Un bote de Sea Shepherd acercándose a un pesquero de krill para vigilar su actividad

Pasando de acuerdos. Te estarás preguntando por qué tanto revuelo si la pesca está permitida. El motivo es que la comisión estableció unas reglas en 2009 para limitar la pesca anual del kril en cuatro zonas adyacentes a la península antártica occidental. Se permite la captura de 620.000 toneladas por año y se conoce como la medida 51-07.

Ésta establece que no más del 45% de la captura puede ser tomada de cualquiera de estas zonas para que la especie tenga tiempo suficiente como para regenerarse entre temporadas. El objetivo de la reunión era renovar esa medida, pero China se negó, y Rusia respaldó la negativa.

China expande caladeros. Goldsworthy comentó que esto va más allá del kril y que lo que China quiere es ejercer su influencia en la región por razones geopolíticas, con miras a una futura explotación. El papel de Rusia, según ella, es solamente "disrumpir el orden mundial basado en reglas".

Es una acusación grave porque, básicamente, está diciendo que Rusia quiere fastidiar por fastidiar y para favorecer a su aliado, pero la doctora complementa la acusación afirmando que Rusia tiene "muy poco en juego" en la pesca de kril.

Récord de captura. Para que veamos el interés de Rusia en este mercado, mientras países como China y Noruega tienen cuatro barcos de pesca de kril y Corea del Sur tiene tres, Chile, Ucrania y Rusia sólo tienen uno. Además, tanto los barcos chinos como noruegos utilizan un método que consiste en bombear kril constantemente de las redes hasta el barco.

El comité busca luchar contra la sobrepesca, ya que se está observando que los países están aumentando las capturas. De 2014 a 2019 se capturaron 266.000 toneladas anuales de media, lo que llevó a algunos a calificar las medidas como un éxito. Pero de 2019 a 2023 el promedio fue de 415.800 toneladas, muy cerca de ese límite de las 620.000 toneladas.

Pararles los pies. Otros miembros consideran que es preocupante la falta de apoyo por parte de ciertos países para proteger al kril, ya que "es un paso atrás que pone en peligro al kril, a los ecosistemas y a los depredadores que dependen de él", comentó un portavoz de la División Antártica Australiana a The Guardian.

Press no fue tan comedido: "el hecho de que Rusia y China trabajaran juntas para debilitar el trabajo de la comisión necesita ser desafiado diplomáticamente". El mayor problema es que esto mismo ya ocurrió hace un año y, de 2023 a 2024, no se ha avanzado absolutamente nada.

Guerrilla marítima. Hay quien considera que la comisión es demasiado blanda y las leyes insuficientes para proteger el ecosistema antártico. Uno de esos grupos son los activistas de Sea Shepherd —algo así como "pastores de los mares"— que se dedican a impedir las acciones ilegales en las que, en ocasiones, incurren los buques pesqueros.

Lo que denuncian no es sólo la pesca indiscriminada del crustáceo, sino que los buques transiten a una velocidad potencialmente mortal para las ballenas que están ahí buscando alimento y con las que pueden colisionar. Comentan que "cuando un barco pesquero infringe una ley, podemos cortar sus redes y bloquear las operaciones. Pero cuando opera legalmente, primero hay que cambiar la ley".

El problema es ese, que no existen los límites de velocidad para buques enormes para minimizar el daño a las ballenas y que, de forma unilateral, hay países que pueden saltarse los acuerdos, poniendo en riesgo un ecosistema entero.

Imágenes | Jorge Cortell, Sea Shepherd

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