Al fin he atravesado las puertas de Hogwarts Legacy: el mágico mundo de Harry Potter me ha alucinado tanto como Cyberpunk 2077

Publicado el 07/01/2025 por Diario Tecnología Artículo original

Como cualquier crío de mi generación, yo también formo parte del cupo de niños que acudió a las salas de cine en 2001 para disfrutar de una mágica aventura. A pesar de jamás haber leído ninguna de las novelas de J.K. Rowling, el mundo de fantasía de Harry Potter me cautivó lo suficiente como para mantenerme enganchado durante siete cintas más.

Con la edad, he sido perfectamente consciente de las maleables normas que gobiernan su universo y los agujeros de guión son frecuentes, pero allí estaba yo delante de la gran pantalla para disfrutar. Nunca he sido un fan enfervorizado, aunque las adaptaciones al terreno de los videojuegos las recuerdo con un cariño descomunal.

Teniendo en cuenta el desvío que tomó El Cáliz de Fuego hacia la vertiente multijugador -que posteriormente desembocaría en shooters cutres-, el máximo exponente de un curso en Hogwarts fue La Cámara Secreta. EA se curró con todo lujo de detalles los pasillos del colegio, sus exteriores, atiborró las estancias con curiosidades y verdaderamente sentías que formabas parte de un lugar oculto ante los ojos del mundo.

Aquella experiencia tocó techo con las capacidades de las consolas de la época, pero sucedió en 2002. Sí, las películas habían terminado de explorar los caminos planteados en los libros, aunque no existía ningún impedimento para llevar a cabo todavía más adaptaciones. Si bien Harry Potter: Magic Awakened se podía convertir en un estandarte, lo cierto es que la comunidad reclamaba la aventura mágica definitiva del mago más famoso.

Parecía que jamás iba a suceder, hasta que finalmente Hogwarts Legacy llegó hasta nuestras vidas. Avalanche puso toda la carne en el asador para dar forma a uno de los títulos más prometedores y esperados de los últimos años. Las expectativas estaban por las nubes y se correspondieron colocándolo como el videojuego más vendido de 2023. Todo indicaba que debía jugrlo, pero sencillamente no arrancaba.

Inicié partida en dos ocasiones para acompañar a mi hermana y una amiga, aunque no me decidía a zambullirme por mi cuenta. Finalmente, en vísperas de Nochebuena, me dejé de tonterías y me puse manos a la obra para estudiar, lanzar hechizos y descubrir qué le aguardaba a un muggle como yo.

Hogwarts aguarda

Tras haber hecho los deberes en la web de Wizarding World, fui asignado directamente como miembro de Ravenclaw. Decidí saltarme el trámite burocrático del Sombrero seleccionador y lo cierto es que estoy satisfecho con formar parte de la casa de Romina. Slytherin y Griffyndor están absolutamente quemados, mientras que Hufflepuff no son más que un hatajo de perezosos bobalicones.

Puede que esté hablando por mí el espíritu de la rivalidad entre casas, pero desde luego que tengo que recuperar el terreno perdido si quiero ponerme e la altura de mis compañeros de quinto año. Por ahora no dispongo de ninguna explicación al respecto de por qué he ingresado en Hogwarts con una edad tan avanzada, pero no parece ser impedimento para ser reclutado. Eso sí, estoy seguro de que ningún alumno ha tenido una llegada tan accidentada como la mía.

Ser casi devorado por un enorme dragón, terminar utilizando un traslador para terminar en las Highlands escocesas para rematar la jugada en Gringotts es un buen inicio en terreno mágico. El profesor Fig al menos echa un cable con todo el jaleo, pero no nos libra de recibir la bronca del inepto Phineas Nigellus Black. La idea detrás de Hogwarts Legacy es situarnos un siglo antes de los acontecimientos vividos por Potter y compañía, pero con miguitas en forma de conexiones inesperadas, como la amable subdirectora Matilda Weasley.

Dejando de lado el evidente enchufismo y la endogamia imperante en la institución, lo cierto es que debe de ser muy difícil gobernar a cientos de almas campando a sus anchas por la escuela. Y digo almas porque hasta los dichosos fantasmas se pueden colar en tu intimidad cuando menos te lo esperes, amén de que las fiestas que se deben montar en las salas común debían ser de otra galaxia.

Las novelas de Rowling no exploran ninguno de estos aspectos de la vida de Hogwarts que, inevitablemente, debían existir. En el caso de Hogwarts Legacy todo se trata de un parque de atracciones sin atisbo alguno de polémica, muy blanco y blando para que cualquiera pueda digerir el curso sin riesgo de sufrir reacciones alérgicas. Y aunque he leído lo suficiente sobre el juego como para atenerme a un mundo abierto un tanto soso, me he quedado absolutamente asombrado con su ambientación.

Un sueño hecho realidad

Cuando personalicé a mi V y me lancé a lo desconocido en Cyberpunk 2077, recuerdo con claridad que el impacto visual, sonoro y ambiental fue muy poderoso. CD Projekt RED, a pesar de los fallos que no superó para el lanzamiento en 2020, consiguió un hito innegable: conseguir que te creas que realmente estás en Night City. No hay un solo rincón de toda la ciudad futurista que no rezume ciencia ficción de la mejor calidad y con Hogwarts Legacy me ha sucedido lo mismo.

Perfectamente podría colocar a la obra de Avalanche entre mi Olimpo personal en lo referente a ambientaciones en los videojuegos. Es absurdamente detallista con absolutamente todo lo que tienes a tu alcance y lo que te falta por descubrir. Los cuadros están vivos, las armaduras se mueven a tu paso, las estatuas cobran vida, las criaturas mágicas pueblan a sus anchas, los alumnos consiguen dotar de vida los pasillos... la dedicación de la desarrolladora me ha dejado con la boca completamente abierta.

Por supuesto, el excelente nivel gráfico ayuda a que la sensación de hiperrealismo se acreciente, dejando muy atrás aquellos Harry, Dumbledore y Ron pixelados de la primera PlayStation. Tendrá todos los defectos del mundo el título, algunos de los cuales no tardan demasiado en asomar, pero hay que rendirse ante la evidencia. Y el trabajo arduo podría haberse volcado en los terrenos de la mayor escuela de Magia y Hechicería, pero es que lugares como Hogsmeade son el sueño de cualquier fan.

Olivander o las pociones de J. Pippin son establecimientos en los que sentirte sorpendido por las estanterías, los inusuales productos que venden y su variopinta arquitectura. Le he echado un buen vistazo al mapa y más me vale conseguir una escoba cuanto antes para recorrer grandes distancias, si bien los polvos flu siempre ayudan. Con todo, me gusta caminar para disfrutar del paisaje y descubrirlo, ni que sea la primera vez que tenga que hacerlo para llegar a una nueva zona. Lo que sí que me parece una lástima es que las clases con los profesores Ronen, Hecat y compañía se terminan en un santiamén. Una sola lección y el hechizo es tuyo, sin limitaciones ni contratiempos.

No hay nota que sacar, no hay examen al uso ni nada por el estilo, a menos que me esté adelantando demasiado a lo que sucederá en el futuro. La vida académica como tal parece relegada a un segundo plano, por lo que todo se vuelca hacia la exploración y el combate. No me malinterpretéis, tengo el deseo de que el último examen de mi vida haya sido el de la carrera de Periodismo, pero noto cierto debe en ese aspecto.

¿Qué se traen entre manos Victor Rookwood y Ranrok? Pues no tengo ni pajolera idea, pero el guardapelo va a estar a buen recaudo conmigo. Tengo bastante más interés en conocer el pasado del colegio y qué clase de implicaciones conlleva para conmigo que lo que sucede con esa panda de sublevados. No sé cuántos hechizos me quedan por conocer y qué giros de guión aguardan más adelante, pero Hogwarts Legacy ha empezado con el suficiente buen pie como para mantenerme enganchado a su excepcional mundo.

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06_Jan_2025"> Juan Sanmartín .