Pinar Abay (ING): “Si se continúa con el euro digital, los pagos serán más caros para todos”

En un momento de profundos cambios tecnológicos y económicos, la idea de una moneda digital emitida por el banco central (CBDC, por sus siglas en inglés), como el euro digital, ha capturado la atención de gobiernos, instituciones financieras y ciudadanos por igual. Presentado como un paso hacia la modernización del sistema financiero y la autonomía europea en el ámbito de los pagos, el proyecto del euro digital, impulsado por el Banco Central Europeo (BCE), avanza a pasos agigantados. Sin embargo, no todo son promesas de eficiencia y vanguardia. Recientemente, una voz autorizada del sector bancario ha lanzado una seria advertencia que resuena con fuerza, invitándonos a una reflexión crítica sobre las implicaciones económicas de esta innovación. Pinar Abay, miembro del Comité Ejecutivo de ING, ha manifestado una preocupación contundente: la continuidad del desarrollo del euro digital podría derivar en que "los pagos sean más caros para todos". Esta afirmación no es un simple comentario al azar, sino que emana de la profunda experiencia de una de las principales entidades bancarias europeas en el complejo entramado de los sistemas de pago. Su declaración nos obliga a mirar más allá de la superficie de la innovación y a examinar con lupa los potenciales costes ocultos y las consecuencias para consumidores y empresas. ¿Estamos realmente preparados para asumir un incremento en el coste de las transacciones diarias en aras de un sistema de pagos nuevo? Esta es la pregunta que la advertencia de Pinar Abay nos invita a explorar en detalle.

Contextualizando la declaración de Pinar Abay

Pinar Abay (ING): “Si se continúa con el euro digital, los pagos serán más caros para todos”

La opinión de Pinar Abay no llega de la nada, sino que se enmarca en un debate creciente sobre el diseño y la viabilidad del euro digital. Como miembro del Comité Ejecutivo de ING, uno de los grupos bancarios más grandes de Europa, Abay tiene una perspectiva privilegiada sobre la infraestructura financiera, los modelos de negocio bancarios y, crucialmente, la experiencia del cliente en el ámbito de los pagos. ING, como muchos otros bancos comerciales, está profundamente integrado en el actual ecosistema de pagos, procesando miles de millones de transacciones anualmente y operando con márgenes que, si bien son pequeños por transacción individual, se suman a volúmenes masivos.

La esencia de su advertencia radica en la potencial disrupción que el euro digital, tal como se está planteando en ciertas fases, podría generar en este sistema ya establecido. Cuando Abay afirma que los pagos "serán más caros para todos", apunta a varios frentes. Primero, la creación y el mantenimiento de una infraestructura completamente nueva para el euro digital no es una tarea trivial ni barata. Los bancos centrales incurrirán en costes significativos de desarrollo, seguridad y operación, que eventualmente podrían ser repercutidos, directa o indirectamente. Segundo, los bancos comerciales, que actualmente son los principales proveedores de servicios de pago y la interfaz entre los ciudadanos y el dinero del banco central (en forma de depósitos), podrían ver alterado su modelo de negocio. Si el euro digital ofrece una alternativa de "dinero público" para los pagos minoristas, los bancos podrían perder una parte de su base de depósitos o de sus ingresos por comisiones de pago, lo que podría llevarles a compensar estas pérdidas aumentando las tarifas en otros servicios.

Desde mi punto de vista, esta preocupación es legítima. El diseño de una CBDC no puede ignorar el complejo ecosistema existente. La banca comercial ha invertido décadas y miles de millones en desarrollar sistemas robustos y eficientes. Desmantelar o marginar estos sistemas sin una alternativa clara y económicamente viable podría generar más problemas de los que resuelve. La advertencia de Abay es un llamado a la cautela y a un diseño inclusivo que tenga en cuenta a todos los actores y sus roles.

El euro digital: promesas y preocupaciones

El proyecto del euro digital se presenta como una iniciativa ambiciosa del Banco Central Europeo (BCE) para garantizar la estabilidad monetaria y la soberanía de los pagos en la zona euro en la era digital. Sin embargo, como toda innovación de gran calado, conlleva tanto expectativas prometedoras como serias preocupaciones.

Las promesas de un euro digital

Los defensores del euro digital argumentan que esta moneda ofrecerá una serie de beneficios sustanciales. En primer lugar, se busca fomentar la autonomía estratégica de Europa en el ámbito de los pagos, reduciendo la dependencia de proveedores extranjeros, a menudo de fuera de la Unión Europea, que dominan actualmente el panorama de las transacciones digitales. Esto permitiría a Europa tener un mayor control sobre su infraestructura financiera y sus datos.

En segundo lugar, el euro digital podría impulsar la innovación y la competencia en el sector de los pagos. Al proporcionar una plataforma neutral y accesible para la liquidación de pagos, podría estimular el desarrollo de nuevos servicios y aplicaciones por parte de empresas y fintechs, beneficiando a consumidores y comerciantes con opciones más variadas y eficientes. Además, se promete una mayor eficiencia en los pagos transfronterizos y en tiempo real, lo que podría reducir costes y acelerar las transacciones para empresas y particulares.

La inclusión financiera es otro pilar importante. Para aquellos que tienen un acceso limitado a los servicios bancarios tradicionales, el euro digital podría ofrecer una vía segura y de bajo coste para participar en la economía digital. Asimismo, se subraya la privacidad como un elemento clave de su diseño, prometiendo un nivel de privacidad similar al del efectivo para transacciones de bajo valor, un aspecto que es fundamental para ganar la confianza del público. El BCE ha enfatizado repetidamente estos puntos en sus comunicaciones oficiales, como se puede ver en su página sobre el euro digital, que detalla sus objetivos y principios: El euro digital del BCE.

Los puntos de fricción: ¿Por qué serían más caros los pagos?

A pesar de estas promesas, las preocupaciones planteadas por figuras como Pinar Abay son significativas. El quid de la cuestión sobre el encarecimiento de los pagos reside en varios factores interrelacionados.

Uno de los principales problemas es la infraestructura y los costes de desarrollo. Crear un sistema de pagos completamente nuevo, que sea seguro, resiliente, accesible y capaz de manejar volúmenes masivos de transacciones, implica una inversión colosal. ¿Quién asumirá estos costes? Si el BCE los cubre inicialmente, ¿cómo se recuperarán? La presión podría recaer en los intermediarios, es decir, los bancos comerciales y otros proveedores de servicios de pago (PSP), quienes tendrían que adaptar sus sistemas, formar a su personal y garantizar la interoperabilidad. Estos costes de adaptación no son menores y, si no se compensan, podrían trasladarse a los usuarios finales.

Otro punto crítico es la competición con los sistemas de pago existentes. Actualmente, el mercado de pagos está dominado por tarjetas de crédito y débito, transferencias bancarias y soluciones de pago instantáneo. Estos sistemas ya tienen una compleja estructura de costes y tarifas (tasas de intercambio, tarifas de adquirente, etc.). Si el euro digital se introduce como un "bien público" con costes transaccionales muy bajos o nulos para los usuarios finales, ¿cómo afectará esto a los modelos de negocio de los bancos y otros PSPs que dependen de los ingresos por transacciones? Si sus márgenes se ven erosionados, podrían verse obligados a subir las tarifas en otros servicios bancarios para mantener la rentabilidad. Esta es una preocupación fundamental para instituciones como ING, que operan con modelos de negocio integrados.

Además, las exigencias de cumplimiento normativo, como la lucha contra el blanqueo de capitales (AML) y la financiación del terrorismo (CFT), así como la protección de datos (GDPR), son enormes. Aunque el BCE promete un nivel de privacidad, la trazabilidad requerida para AML/CFT puede implicar una supervisión que incremente los costes operativos para los intermediarios. Estos requisitos no solo son costosos de implementar, sino que también requieren personal especializado y sistemas robustos, lo que añade otra capa de gasto que, de alguna manera, deberá ser financiada.

En mi humilde opinión, la promesa de un euro digital gratuito o muy barato para los usuarios finales es difícil de cumplir si no se establece un modelo de financiación claro y sostenible para todos los actores involucrados. La gratuidad en un extremo a menudo implica que alguien está asumiendo los costes en otro lugar, y en este caso, podrían ser los bancos o, indirectamente, los propios usuarios a través de otros cargos.

Análisis comparativo y modelos de negocio actuales

Para comprender plenamente la advertencia de Pinar Abay, es esencial analizar el panorama actual de los pagos minoristas y cómo el euro digital podría encajar o chocar con él. El ecosistema de pagos en Europa es complejo, eficiente en muchos aspectos, pero también con sus propios desafíos y costes.

El panorama actual de los pagos minoristas

Hoy en día, los consumidores y las empresas en Europa disponen de una amplia variedad de métodos de pago. Las tarjetas de crédito y débito siguen siendo dominantes, con sus redes globales (Visa, Mastercard) que facilitan transacciones rápidas y seguras, aunque no exentas de costes. Los comerciantes suelen pagar una comisión por cada transacción con tarjeta, que incluye la tasa de intercambio (interchange fee), la tarifa de la red y el margen del adquirente. Estas comisiones, aunque a menudo invisibles para el consumidor, son una parte significativa de los costes operativos para muchos negocios.

Las transferencias bancarias directas, incluyendo las domiciliaciones, son fundamentales para pagos recurrentes y de alto valor, y con la introducción del SEPA Instant Credit Transfer (SCT Inst), los pagos instantáneos se han vuelto una realidad en toda la zona euro, permitiendo transferencias entre cuentas en cuestión de segundos, 24/7. Plataformas nacionales y paneuropeas como Bizum en España o Payconiq en el Benelux, que a menudo se construyen sobre la infraestructura de SCT Inst, han ganado popularidad por su facilidad de uso para pagos entre particulares y en comercios.

Este sistema actual está respaldado por una vasta infraestructura desarrollada y mantenida por los bancos comerciales y los proveedores de servicios de pago. Los ingresos por comisiones de pago, aunque a veces controvertidos, forman parte del modelo de negocio de estas entidades, permitiéndoles financiar la seguridad, la innovación y la resiliencia de estos sistemas. Un informe del BCE sobre los costes de los pagos minoristas en Europa, aunque un poco desactualizado, ofrece una buena visión de la estructura de costes: Informe del BCE sobre los costes de los pagos minoristas (2016). Es importante tener en cuenta que estos costes han evolucionado, pero la complejidad subyacente sigue siendo la misma.

¿Cómo encajaría el euro digital en este ecosistema?

La cuestión crucial es cómo el euro digital se integrará en este ecosistema ya maduro y en algunos casos altamente eficiente. El BCE ha planteado que el euro digital no está diseñado para reemplazar el efectivo ni los depósitos bancarios, sino para complementarlos. Sin embargo, si se convierte en una opción de pago atractiva y ampliamente aceptada, inevitablemente competirá con los métodos existentes.

Uno de los mayores desafíos es el rol de los bancos comerciales. Tradicionalmente, son los custodios del dinero del público (en forma de depósitos) y los proveedores de la interfaz para acceder y utilizar ese dinero. Si el euro digital permite a los ciudadanos tener una cuenta directamente en el banco central (aunque sea a través de intermediarios), o si se presenta como una alternativa más económica, podría erosionar la base de depósitos de los bancos. Los depósitos son una fuente vital de financiación para los préstamos bancarios y su modelo de negocio. Una pérdida significativa de depósitos podría presionar a los bancos a buscar ingresos en otras áreas, lo que a menudo se traduce en comisiones más altas para los clientes en otros servicios.

Mi opinión aquí es que el BCE se enfrenta a un dilema considerable: cómo introducir una innovación que beneficie al público sin desestabilizar el sector bancario, que es un pilar fundamental de la economía. Los bancos no son solo "intermediarios"; son actores clave en la asignación de capital, la gestión de riesgos y la provisión de una miríada de servicios financieros. Si su papel se ve disminuido o sus modelos de negocio se vuelven insostenibles debido a una CBDC mal diseñada, las repercusiones podrían ser mucho más amplias que simplemente un ajuste en las tarifas de pago. La clave está en encontrar un modelo de cooperación y co-creación que permita a los bancos seguir siendo relevantes y rentables en el nuevo paradigma.

Implicaciones para consumidores y empresas

La introducción del euro digital, y en particular las preocupaciones sobre un posible encarecimiento de los pagos, tiene ramificaciones directas y significativas tanto para los consumidores como para las empresas, que son los usuarios finales de cualquier sistema de pago.

Para los consumidores: ¿quién paga la factura?

La advertencia de Pinar Abay resuena con particular fuerza en los consumidores, quienes en última instancia son los que sentirán el impacto de cualquier aumento en los costes de los pagos. Las implicaciones para los consumidores pueden manifestarse de varias maneras.

En el escenario más directo, los consumidores podrían enfrentarse a comisiones de transacción explícitas por el uso del euro digital, ya sea por parte de los intermediarios que gestionan sus carteras de euro digital o por parte de los comercios que lo acepten. Aunque el BCE ha sugerido que el uso básico del euro digital podría ser gratuito, las funcionalidades adicionales o el mantenimiento de las cuentas podrían conllevar costes. Si estos costes son mayores que los de los métodos de pago actuales, los consumidores naturalmente optarían por las alternativas más baratas, lo que dificultaría la adopción masiva del euro digital.

Más sutilmente, los costes podrían ser indirectos. Si los bancos comerciales ven mermados sus ingresos por pagos o sus bases de depósitos debido al euro digital, podrían verse forzados a aumentar las tarifas en otros servicios bancarios (mantenimiento de cuenta, retiradas de efectivo, préstamos, etc.). Esto significaría que, aunque el euro digital en sí mismo parezca barato, el coste total de los servicios bancarios para el consumidor podría incrementarse, afectando a su economía personal de forma general.

Además, si los comercios incurren en mayores costes para aceptar el euro digital (ya sea por infraestructura o por comisiones), es probable que trasladen estos costes a los precios de los bienes y servicios. Esto, en esencia, haría que todo lo que compramos fuera marginalmente más caro, una forma indirecta pero efectiva de hacer que los "pagos sean más caros para todos". La percepción de los consumidores sobre la privacidad y la facilidad de uso también jugará un papel crucial. Si el euro digital no ofrece ventajas claras y tangibles que superen sus costes (directos o indirectos), su adopción será un desafío.

Para las empresas y comercios: un dilema estratégico

Las empresas, desde grandes corporaciones hasta pequeños comercios, también se enfrentan a un conjunto de implicaciones complejas con la llegada del euro digital. Para ellos, los métodos de pago no son solo una forma de cobrar, sino una parte integral de su estrategia operativa y de costes.

El primer desafío es la inversión en nueva infraestructura. Si el euro digital requiere terminales de punto de venta (TPV) nuevos o actualizaciones de software significativas, los comercios deberán asumir estos costes. Para un pequeño negocio, estas inversiones pueden ser un obstáculo considerable, especialmente si la rentabilidad de aceptar el euro digital no está clara.

Otro punto es el impacto en los márgenes de beneficio. Los comerciantes ya pagan comisiones por las transacciones con tarjeta, y la estructura de precios para el euro digital es una incógnita. Si las comisiones por el euro digital resultan ser más altas que las de las alternativas existentes, o si la introducción del euro digital no reduce las comisiones de otros métodos (como se espera a veces), los márgenes de los comerciantes podrían verse presionados. Esto es particularmente relevante en sectores con márgenes ya ajustados. Un artículo que discute las perspectivas de los comerciantes en un futuro con CBDCs puede ser revelador: The Digital Euro Might Not Get Many Takers (Bloomberg). Este tipo de análisis subraya la necesidad de un diseño que no imponga cargas excesivas al comercio.

Finalmente, la adopción por parte de los clientes es una preocupación para las empresas. Un sistema de pago, por muy innovador que sea, solo es útil si los clientes lo utilizan. Si los consumidores no perciben beneficios claros o si encuentran que el euro digital es más caro o menos conveniente, los comerciantes que inviertan en su aceptación podrían ver un bajo retorno de esa inversión. Esto genera un dilema: ¿adoptar una nueva tecnología por si acaso, o esperar a que haya una demanda clara, arriesgándose a quedarse atrás? Las empresas necesitan claridad sobre los costes, los beneficios y el apoyo público para tomar decisiones estratégicas informadas.

Hacia un debate constructivo y soluciones potenciales

La advertencia de Pinar Abay no debe ser vista como un impedimento al progreso, sino como una valiosa contribución a un debate necesario y constructivo. El proyecto del euro digital está en una fase de investigación y diseño, lo que significa que aún hay margen para incorporar comentarios y preocupaciones de todas las partes interesadas.

La transparencia por parte del BCE es, en mi opinión, absolutamente fundamental. Para abordar las preocupaciones sobre los costes, el BCE debería publicar modelos de costes detallados y análisis de impacto sobre los diferentes escenarios de diseño del euro digital. Esto incluye cómo se financiará la infraestructura central, cómo se compensará a los intermediarios por sus servicios y cuáles serán los límites y las tarifas para los usuarios finales. Sin esta claridad, las especulaciones y los temo

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