El futuro del dinero es un debate que está tomando una forma cada vez más concreta en Europa. La idea de una moneda digital emitida por el banco central (CBDC, por sus siglas en inglés), en este caso el euro digital, ha pasado de ser una noción futurista a un proyecto en fase de estudio y diseño avanzado por parte del Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión Europea. Sus promotores lo presentan como una herramienta para modernizar los pagos, fortalecer la soberanía monetaria de la eurozona y fomentar la innovación. Sin embargo, no todos comparten este optimismo sin reservas. Recientemente, una voz destacada del sector bancario, Pinar Abay, directora de banca minorista y banca digital para ING en Alemania, ha alzado la suya para señalar una preocupación crucial: si el euro digital se implementa tal como se está planteando, los pagos podrían volverse más caros para todos. Esta advertencia no es menor y obliga a una reflexión profunda sobre los costes ocultos y las implicaciones a largo plazo de una iniciativa de tal envergadura.
El euro digital: promesas y preocupaciones
El concepto de una divisa digital de banco central ha ganado terreno rápidamente en los últimos años. Impulsado por la creciente digitalización de la economía, el auge de las criptomonedas privadas y la necesidad de una alternativa europea a los grandes actores globales de pagos, el BCE ha estado explorando activamente la viabilidad de un euro digital. La idea es simple en teoría: una forma electrónica de dinero del banco central, accesible para ciudadanos y empresas, que complementaría el efectivo y los depósitos bancarios actuales.
¿Qué es el euro digital y por qué se plantea?
En esencia, el euro digital sería un pasivo del Banco Central Europeo, similar a los billetes en efectivo, pero en formato digital. No sería una criptomoneda al estilo Bitcoin, sino una moneda centralizada y regulada. El BCE y la Comisión Europea articulan varios motivos para su desarrollo. En primer lugar, se busca garantizar la soberanía monetaria y estratégica de Europa en un mundo donde los pagos digitales son cada vez más dominantes y están a menudo controlados por empresas no europeas. En segundo lugar, se pretende fomentar la innovación y la eficiencia en el sector de pagos, proporcionando una base para el desarrollo de nuevos servicios. Un tercer argumento es la inclusión financiera, asegurando que todos los ciudadanos tengan acceso a un medio de pago universal y seguro. Finalmente, se busca ofrecer una alternativa digital al efectivo que conserve algunas de sus características, como la privacidad en transacciones de bajo valor y la resiliencia ante posibles fallos de los sistemas de pago privados. Para más detalles sobre la visión oficial, se puede consultar la página del BCE sobre el euro digital.
La perspectiva de Abay: ¿Por qué el riesgo de encarecimiento?
La crítica de Pinar Abay, proveniente de una institución bancaria de la talla de ING, no debe tomarse a la ligera. Su preocupación central radica en que, si el euro digital se construye como una infraestructura de pago paralela e independiente de las ya existentes, los costes de su desarrollo, mantenimiento y operación podrían ser significativos y, en última instancia, trasladados a los consumidores. Los bancos, como intermediarios cruciales en el actual ecosistema de pagos, tendrían que invertir en la adaptación de sus sistemas, la formación de personal y la gestión de la nueva divisa, lo que podría generar comisiones adicionales. Abay sugiere que el camino actual podría llevar a una duplicación de infraestructuras y procesos, en lugar de optimizar y mejorar los ya existentes. El sector bancario ya gestiona una compleja red de pagos, y la introducción de una nueva capa podría no ser la solución más eficiente si no se integra adecuadamente o si no se justifica una ventaja clara y tangible en términos de costes operativos para el conjunto del sistema.
Análisis de la advertencia de Pinar Abay y sus implicaciones
La afirmación de Abay de que el euro digital podría encarecer los pagos para todos merece un examen detenido. Implica una serie de retos y consideraciones económicas que a menudo se pasan por alto en el entusiasmo por la innovación digital. Para entender su argumento, es fundamental desglosar los posibles puntos donde los costes podrían surgir o aumentar.
Costes de infraestructura y operativos: el elefante en la habitación
Uno de los principales temores es la creación de una infraestructura de pagos completamente nueva. Si bien el BCE ha enfatizado que el euro digital sería una iniciativa público-privada, con los bancos actuando como intermediarios que ofrecerían los servicios a los usuarios finales, la realidad es que cualquier nuevo sistema requiere una inversión masiva. ¿Quién asumirá esos costes iniciales de desarrollo tecnológico, seguridad, cumplimiento normativo y adaptación? Si la respuesta es, en parte, el sector privado (los bancos), es lógico esperar que estos costes se repercutan a los clientes a través de comisiones de servicio o tarifas. Los bancos ya invierten miles de millones en mantener y actualizar sus sistemas de pagos existentes, que incluyen transferencias SEPA, pagos con tarjeta y más. Crear un sistema paralelo que debe interconectarse con los actuales no es trivial ni barato. Además, no se trata solo de la infraestructura técnica; también hay costes operativos continuos, como la gestión de fraude, el servicio al cliente, la liquidez y la ciberseguridad, que deberán ser asumidos por alguien. Si estos costes no son significativamente menores que los de los sistemas actuales, entonces la promesa de eficiencia se debilita. Mi opinión es que este es un punto crítico: la eficiencia solo se logrará si el diseño es intrínsecamente más barato de operar para el conjunto del ecosistema, no solo para el BCE.
El impacto en los modelos de negocio bancarios y la competencia
La introducción de un euro digital también podría alterar los modelos de negocio tradicionales de los bancos. Actualmente, los depósitos de los clientes son una fuente clave de financiación para los bancos, que los utilizan para conceder préstamos. Si una parte significativa de esos depósitos se trasladara a carteras de euro digital, gestionadas por el BCE (a través de los bancos), esto podría reducir la capacidad de los bancos para prestar y, por ende, su rentabilidad. Para compensar esta pérdida de ingresos, los bancos podrían verse obligados a buscar nuevas fuentes de ingresos, posiblemente a través de comisiones más altas en otros servicios. Además, la competencia es un factor crucial. Si el euro digital se convierte en una opción "superior" o subvencionada para ciertos tipos de pagos, podría desplazar a soluciones privadas que han invertido fuertemente en innovación, lo que podría reducir la competencia a largo plazo y llevar a un estancamiento en la oferta de servicios, o incluso a un aumento de precios si las alternativas son eliminadas del mercado. Es esencial que se analice el impacto en el modelo de negocio bancario con una visión holística.
Los argumentos a favor del euro digital y la visión del Banco Central Europeo
Es importante recordar que la visión de Abay es una de las muchas perspectivas en este complejo debate. El Banco Central Europeo, junto con la Comisión Europea, tiene razones de peso para impulsar el proyecto del euro digital, y ha intentado abordar muchas de las preocupaciones planteadas por el sector. Sus argumentos se centran en beneficios estratégicos y sociales que trascienden la mera rentabilidad bancaria.
Eficiencia, innovación y soberanía: los pilares del BCE
El BCE sostiene que un euro digital mejoraría la eficiencia de los pagos transfronterizos y domésticos, potencialmente reduciendo los tiempos de liquidación y los costes de intermediación. Además, proporcionaría una plataforma para la innovación, permitiendo a los desarrolladores crear nuevos servicios y aplicaciones financieras sobre una infraestructura monetaria segura y fiable. Un pilar fundamental es la soberanía monetaria: en un mundo donde el efectivo disminuye y donde las grandes empresas tecnológicas (Big Tech) podrían lanzar sus propias monedas digitales o donde las CBDC extranjeras (como el yuan digital chino) podrían ganar influencia, Europa necesita su propia alternativa robusta. El euro digital garantizaría que los pagos esenciales sigan siendo gestionados por una entidad pública europea, en línea con los valores y la regulación de la Unión Europea. La inclusión financiera es otro argumento: se busca asegurar que aquellos que no tienen acceso a cuentas bancarias tradicionales puedan participar en la economía digital. Para un resumen completo de los objetivos del BCE, uno puede consultar los discursos recientes del BCE sobre el euro digital.
La promesa de un "uso básico gratuito" vs. los costes ocultos
El BCE ha sido enfático en que el euro digital ofrecerá un "uso básico gratuito" para los ciudadanos. Esto implica que las funciones esenciales, como enviar y recibir pagos, no tendrían coste para el usuario final. Sin embargo, la definición de "uso básico" es crucial. ¿Incluirá todas las transacciones? ¿O solo un número limitado o transacciones de bajo valor? ¿Qué pasará con servicios más avanzados o con las transacciones comerciales? La advertencia de Abay se alinea con la idea de que, incluso si el "uso básico" es gratuito, los costes podrían trasladarse a través de otras vías. Por ejemplo, si los comerciantes tienen que pagar más por aceptar pagos con euro digital (lo que podrían repercutir en los precios de los bienes y servicios), o si los bancos introducen comisiones para servicios adicionales o para usuarios con volúmenes de transacción elevados. La gratuidad en el punto de uso no significa que no haya costes en otras partes de la cadena de valor que, en última instancia, son soportados por la economía en general.
Impacto en el ecosistema de pagos y el usuario final
La introducción de un euro digital, sea cual sea su diseño final, tendrá repercusiones significativas en todo el ecosistema de pagos, desde los grandes bancos hasta el pequeño comercio y, por supuesto, el ciudadano de a pie.
Transformación del rol de bancos y proveedores de servicios de pago
Los bancos, como hemos mencionado, enfrentarían el desafío de adaptar sus sistemas y modelos de negocio. El BCE propone que los bancos actúen como "distribuidores" del euro digital, ofreciendo los servicios de interfaz a los usuarios. Esto podría generar nuevas oportunidades de negocio, pero también una competencia más intensa y la necesidad de innovar para retener clientes. Para los proveedores de servicios de pago (PSPs) no bancarios y las fintech, el euro digital podría ser tanto una amenaza como una oportunidad. Podría abrir la puerta a nuevas soluciones y aplicaciones basadas en esta nueva infraestructura, pero también podría significar una competencia directa de un actor estatal con recursos ilimitados, lo que podría dificultar la viabilidad de sus modelos de negocio actuales. La Comisión Europea también está trabajando en la propuesta legislativa para definir mejor estos roles.
¿Una mejor experiencia o una carga adicional para el consumidor y el comercio?
Para el consumidor, la promesa es una mayor facilidad, seguridad y privacidad en los pagos digitales, con un medio de pago que ofrece la confianza del BCE. Sin embargo, si la advertencia de Abay se materializa, esa conveniencia podría venir con un precio. Si los comerciantes enfrentan costes más altos por aceptar el euro digital, estos costes pueden reflejarse en precios más elevados para los productos y servicios, o en una menor aceptación de este nuevo medio de pago. Para los pequeños y medianos comercios, la inversión en nuevas terminales o la adaptación de sistemas podría ser una carga adicional en un entorno ya de por sí desafiante. La clave está en si el euro digital realmente simplifica y abarata las transacciones para el usuario final y el comercio, o si añade otra capa de complejidad y coste al ya fragmentado panorama de pagos europeo. Desde mi punto de vista, una adopción masiva y exitosa solo será posible si el beneficio es claro y los costes mínimos para el consumidor y el comerciante.
Diseño cuidadoso y colaboración: claves para un euro digital exitoso
La advertencia de Pinar Abay no debe ser vista como una objeción al progreso, sino como un llamado a la precaución y a un diseño inteligente y colaborativo. El éxito del euro digital dependerá en gran medida de cómo se aborden estas preocupaciones en las fases de diseño y legislación.
Lecciones de otros proyectos de CBDC y la necesidad de transparencia
Otros países, como Suecia con el e-krona o China con el yuan digital, están mucho más avanzados en sus proyectos de CBDC. Sus experiencias pueden ofrecer valiosas lecciones sobre los retos técnicos, la aceptación pública y las implicaciones para el sistema financiero. La transparencia es fundamental. El BCE y la Comisión Europea deben comunicar de manera clara y abierta cómo se van a gestionar los costes, quién los asumirá y cómo se garantizará que el euro digital no se convierta en una carga económica para los ciudadanos y las empresas. Esto incluye una definición muy precisa de lo que significa "uso básico gratuito" y cómo se compensarán o gestionarán otros costes indirectos. Un informe del Banco de Pagos Internacionales (BIS) sobre CBDCs ofrece una buena visión global de los retos.
El futuro de los pagos en Europa: un camino hacia la digitalización responsable
La digitalización de los pagos es imparable. La pregunta no es si Europa tendrá una moneda digital, sino cómo se diseñará y se implementará para maximizar sus beneficios y minimizar sus riesgos. La colaboración entre el sector público y privado es esencial. Los bancos y las empresas fintech tienen una vasta experiencia en la construcción y operación de sistemas de pago a gran escala, así como en la comprensión de las necesidades de los consumidores. Ignorar esta experiencia o imponer un sistema sin una integración adecuada podría resultar en una iniciativa costosa y poco eficiente. El objetivo final debe ser crear un sistema de pagos que sea eficiente, inclusivo, seguro y asequible para todos, y no que genere nuevas barreras o costes adicionales. La advertencia de Pinar Abay es un recordatorio oportuno de que la ambición digital debe ir de la mano con una evaluación realista de los costes y beneficios para el conjunto de la sociedad.
En conclusión, mientras el euro digital se perfila como una pieza clave en el futuro financiero de Europa, las preocupaciones planteadas por Pinar Abay de ING no pueden ser ignoradas. Si la implementación del euro digital no se realiza con un diseño extremadamente cuidadoso, transparente y colaborativo, existe un riesgo real de que, en lugar de optimizar y abaratar los pagos, se acabe encareciendo la operativa para el conjunto de los usuarios y empresas. Es imperativo que las autoridades europeas tomen en cuenta estas advertencias para asegurar que el euro digital cumpla su promesa de ser un beneficio neto para la economía y los ciudadanos de la eurozona, y no una nueva carga financiera.
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