La vicepresidenta del Gobierno exige sustituir la 'tasa Google' por una 'tasa Trump' contra las grandes tecnológicas

En el complejo tablero de la fiscalidad internacional, donde la innovación digital y la globalización han desdibujado las fronteras tradicionales, emerge un debate crucial que resuena con fuerza en España. La vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda, en un movimiento estratégico que busca alinear la política fiscal española con las tendencias globales, ha planteado la exigencia de reemplazar la actual 'tasa Google' del 3% por una 'tasa Trump' del 15%. Esta propuesta, lejos de ser un mero ajuste técnico, representa un cambio paradigmático en la forma en que las grandes corporaciones tecnológicas, conocidas como 'big tech', contribuirán a las arcas públicas. Se abre así un nuevo capítulo en la lucha por una fiscalidad más justa y equitativa en la era digital, planteando preguntas fundamentales sobre la soberanía fiscal, la cooperación internacional y el futuro de la recaudación en un mundo cada vez más interconectado.

La fiscalidad de las grandes tecnológicas: un debate global

La vicepresidenta del Gobierno exige sustituir la 'tasa Google' por una 'tasa Trump' contra las grandes tecnológicas

Durante años, la fiscalidad de las multinacionales digitales ha sido una espina clavada en el costado de numerosos gobiernos alrededor del mundo. Las grandes empresas tecnológicas, con su modelo de negocio inherentemente transfronterizo y su capacidad para generar valor sin una presencia física sustancial, han explotado resquicios en los sistemas fiscales tradicionales, trasladando beneficios a jurisdicciones de baja tributación. Esto ha generado una percepción generalizada de elusión fiscal y ha provocado un clamor por una mayor justicia tributaria.

La arquitectura fiscal internacional, diseñada en el siglo XX para una economía industrial y basada en la presencia física, ha demostrado ser insuficiente para captar adecuadamente los beneficios generados por empresas que operan masivamente en el ciberespacio. La intangibilidad de sus activos, la movilidad de sus beneficios y la dificultad de atribuir dónde se crea el valor real han complicado enormemente la tarea de los legisladores y las autoridades fiscales. Este desajuste ha llevado a que los países pierdan miles de millones de euros en recaudación anualmente, erosionando las bases imponibles nacionales y exacerbando la desigualdad.

Desde hace más de una década, organismos como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) han liderado esfuerzos para encontrar una solución multilateral. Sin embargo, la complejidad del tema y los intereses divergentes de las naciones han dificultado el consenso, llevando a algunos países a implementar sus propias medidas unilaterales, como la controvertida 'tasa Google'.

La 'tasa Google' española: antecedentes y funcionamiento

Ante la lentitud del progreso en el ámbito internacional, España, al igual que otros países europeos como Francia o Italia, decidió tomar cartas en el asunto e implementar su propio Impuesto sobre Determinados Servicios Digitales (IDSD), popularmente conocido como 'tasa Google'. Este impuesto, en vigor desde enero de 2021, grava con un 3% los ingresos derivados de ciertos servicios digitales. Específicamente, afecta a las empresas con ingresos globales de al menos 750 millones de euros y 3 millones de euros en España, procedentes de la publicidad en línea, la intermediación digital y la venta de datos generados a partir de información del usuario.

El objetivo principal de la 'tasa Google' era asegurar que las grandes compañías digitales contribuyeran de manera más equitativa a las finanzas públicas, compensando así lo que se percibía como una falta de tributación adecuada sobre los beneficios generados en el mercado español. La iniciativa española se basaba en la premisa de que el valor se crea donde están los usuarios, y que las empresas digitales deben pagar impuestos donde obtienen sus ingresos, independientemente de su presencia física.

Sin embargo, la implementación de impuestos digitales unilaterales no ha estado exenta de desafíos. Además de la complejidad administrativa y técnica de su aplicación, estas tasas han generado tensiones comerciales, especialmente con Estados Unidos, país de origen de la mayoría de las grandes tecnológicas afectadas. La amenaza de represalias arancelarias por parte de la administración estadounidense ha sido una constante, demostrando la necesidad imperiosa de una solución global que evite la fragmentación del sistema fiscal internacional. Además, algunos críticos han argumentado que el impuesto podría ser trasladado, al menos parcialmente, a los consumidores finales o a las pequeñas y medianas empresas que dependen de estas plataformas. La Dirección General de Tributos publicó la normativa que detalla la aplicación de este impuesto, que se puede consultar en el Boletín Oficial del Estado (BOE).

La propuesta de la vicepresidenta: ¿por qué la 'tasa Trump' del 15%?

La exigencia de la vicepresidenta de sustituir la 'tasa Google' por una 'tasa Trump' del 15% no es una ocurrencia aislada, sino que se enmarca en un acuerdo histórico alcanzado a nivel global en el seno de la OCDE y el G20. Esta iniciativa, impulsada inicialmente por la administración estadounidense y que ha sido clave para desbloquear el consenso internacional, propone un impuesto mínimo global del 15% sobre los beneficios de las grandes empresas multinacionales.

Los pilares del acuerdo de la OCDE

El acuerdo global de la OCDE se estructura en dos pilares fundamentales:

  1. Pilar Uno (Base gravable): Busca reasignar una parte de los beneficios de las multinacionales más grandes y rentables (las 'big tech' entre ellas) desde sus países de residencia a los países donde operan y generan ventas, incluso si no tienen presencia física. Es un esfuerzo por reflejar dónde se crea realmente el valor.
  2. Pilar Dos (Impuesto mínimo global): Este es el foco de la propuesta de la vicepresidenta. Establece una tasa impositiva mínima efectiva del 15% para las grandes multinacionales (con ingresos superiores a 750 millones de euros). Si una empresa paga menos del 15% en un país, su país de origen o el país donde tiene su casa matriz puede cobrar la diferencia, asegurando que ninguna gran corporación pague menos del 15% a nivel global.

La propuesta de la vicepresidenta, por tanto, aboga por la implementación del Pilar Dos, que busca poner fin a la "carrera a la baja" en la tributación corporativa y garantizar que las multinacionales paguen una cuota justa de impuestos. El razonamiento es claro: al sumarse a este acuerdo global, España no solo refuerza el consenso internacional, sino que también se asegura una mayor recaudación potencial y una mayor justicia fiscal. La 'tasa Google' era una medida paliativa, una respuesta unilateral ante la inacción multilateral; la 'tasa Trump' (el impuesto mínimo global) es la solución sistémica y acordada.

Desde mi perspectiva, la búsqueda de una solución global es un paso adelante crucial. Los impuestos unilaterales, aunque bienintencionados, a menudo generan fricciones y no abordan la raíz del problema. La coordinación internacional, si bien compleja, ofrece una mayor estabilidad y equidad para todos los actores, incluidos los países en desarrollo que a menudo son los más perjudicados por la elusión fiscal. La OCDE ha proporcionado una amplia documentación sobre este acuerdo, la cual se puede consultar en su página oficial sobre el Pilar Dos.

Implicaciones de este cambio para España y Europa

La adopción del impuesto mínimo global del 15% tendría profundas implicaciones para España y para el contexto europeo en general.

Posibles efectos en la recaudación y la competitividad

En primer lugar, desde el punto de vista de la recaudación, se espera que este cambio genere ingresos adicionales significativos para las arcas del Estado. Mientras que la 'tasa Google' recaudaba una cantidad relativamente modesta (alrededor de 300-400 millones de euros anuales), el impuesto mínimo global del 15% podría generar miles de millones de euros extra, al aplicarse sobre una base mucho más amplia de beneficios corporativos y no solo sobre ciertos servicios digitales. Este aumento de ingresos sería fundamental para financiar servicios públicos y reducir el déficit.

En segundo lugar, se elimina la fuente de fricción con Estados Unidos y otros socios comerciales, que veían en las tasas digitales unilaterales una forma de discriminación. Al alinearse con el acuerdo global, España refuerza su posición en la comunidad internacional y contribuye a la estabilidad del sistema fiscal mundial.

En cuanto a la competitividad, este impuesto busca precisamente nivelar el campo de juego. Ya no será tan atractivo para las multinacionales trasladar sus beneficios a paraísos fiscales o jurisdicciones con tasas impositivas extremadamente bajas, ya que la diferencia sería cobrada por otro país. Esto podría incentivar una mayor transparencia y una asignación más justa de los beneficios en los lugares donde realmente se generan. La Comisión Europea también ha presentado sus propuestas para la implementación de este acuerdo en la UE, lo que se puede leer en su sitio web oficial.

El papel de España en el marco europeo

Dentro de la Unión Europea, España ha sido una voz activa en la búsqueda de soluciones para la fiscalidad digital. La propuesta de la vicepresidenta llega en un momento en que la UE busca implementar el acuerdo del Pilar Dos en toda la región. De hecho, la Comisión Europea ya ha presentado una directiva para transponer este acuerdo a la legislación de los Estados miembros. La adopción por parte de España reforzaría la cohesión fiscal dentro de la UE y presionaría a aquellos países miembros que aún puedan tener reticencias a implementar el impuesto mínimo global. Es crucial que la UE actúe como un bloque unido para tener un mayor peso en la arena fiscal internacional.

Este movimiento subraya la evolución de la política fiscal española de una postura unilateral, forzada por la inacción global, a una postura multilateral y cooperativa, una vez que el consenso internacional ha sido alcanzado. Este es, a mi juicio, el camino correcto, ya que la fragmentación fiscal solo beneficia a quienes buscan eludir sus responsabilidades.

Desafíos y perspectivas futuras

Si bien el acuerdo global de la OCDE y la propuesta de la vicepresidenta representan un avance significativo, la implementación no estará exenta de desafíos.

Uno de los principales retos será la transposición del acuerdo a la legislación nacional. El Pilar Dos es complejo y requiere una adaptación cuidadosa de las leyes fiscales existentes para evitar lagunas y asegurar su correcta aplicación. Además, será necesario un esfuerzo considerable en la capacitación de las administraciones tributarias para que puedan auditar y hacer cumplir las nuevas reglas.

Otro desafío reside en la coordinación internacional continua. A pesar del acuerdo, siempre existen riesgos de interpretaciones divergentes entre países o de futuras presiones por parte de jurisdicciones que puedan sentirse perjudicadas. La vigilancia y la cooperación constante entre los Estados serán fundamentales para el éxito a largo plazo del sistema. Es vital que el acuerdo se mantenga firme ante los posibles cabildeos de las grandes corporaciones, que sin duda buscarán minimizar su impacto.

La 'tasa Trump' del 15% no solo afecta a las 'big tech', sino a todas las grandes multinacionales. Este cambio de paradigma podría redefinir las estrategias de inversión y ubicación de empresas, lo que a largo plazo podría tener efectos secundarios en la economía global. Países que tradicionalmente han ofrecido bajas tasas impositivas para atraer inversiones tendrán que reevaluar sus modelos económicos. Un análisis detallado de estas dinámicas se puede encontrar en artículos económicos especializados, como los publicados por el Financial Times sobre la tributación global (puede requerir suscripción).

El futuro de la fiscalidad digital parece estar dirigido hacia una mayor armonización y cooperación. La propuesta de España, en sintonía con el acuerdo de la OCDE, marca una tendencia hacia un sistema más justo y robusto. La era de las tasas digitales unilaterales podría estar llegando a su fin, dando paso a una nueva etapa de colaboración internacional para asegurar que todos, incluidas las empresas más grandes y rentables del mundo, contribuyan con su parte justa a la sociedad. La capacidad de los gobiernos para adaptarse a la economía digital y forjar consensos multilaterales será clave para construir un futuro fiscal más equitativo. Un buen resumen de la situación se puede encontrar en un artículo de El País sobre la tasa global del 15%.

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