La ciencia explica la verdadera razón por la que existen los terraplanistas: "En realidad, todo está en la mente"

En un mundo donde la órbita de los satélites se mapea con una precisión asombrosa, donde las imágenes de la Tierra desde el espacio son omnipresentes y donde la navegación global depende fundamentalmente de una esfera, la persistencia del movimiento terraplanista resulta, a primera vista, un enigma desconcertante. Para muchos, es simplemente inconcebible que, en pleno siglo XXI, existan individuos que nieguen la esfericidad de nuestro planeta, a pesar de la abrumadora evidencia acumulada durante siglos. Sin embargo, si nos detenemos a indagar más allá de la superficie de esta creencia aparentemente irracional, la ciencia, en particular la psicología y la sociología, nos ofrece una perspectiva reveladora. No se trata de una falta de información o de inteligencia, sino de un complejo entramado de procesos cognitivos, necesidades psicológicas y dinámicas sociales que explican por qué, para algunos, la Tierra plana es una realidad innegable. La verdad es que, en gran medida, la raíz de este fenómeno no reside en la geografía o la astronomía, sino profundamente en la mente humana.

La mente humana: un laberinto de sesgos y atajos cognitivos

La ciencia explica la verdadera razón por la que existen los terraplanistas:

Para comprender el arraigo del terraplanismo, es imperativo sumergirnos en el fascinante, y a menudo caprichoso, funcionamiento de nuestra propia mente. Lejos de ser máquinas lógicas perfectas, los seres humanos estamos equipados con una serie de sesgos cognitivos, atajos mentales que, si bien son eficientes para la toma rápida de decisiones, pueden distorsionar nuestra percepción de la realidad. Estos sesgos no son fallos, sino mecanismos evolutivos, pero en el contexto de la información compleja y la ciencia, pueden llevarnos por caminos sorprendentemente erróneos.

El sesgo de confirmación es, quizás, el protagonista principal en esta narrativa. Se refiere a nuestra tendencia innata a buscar, interpretar y recordar información de manera que confirme nuestras creencias preexistentes. Una vez que una persona se expone a la idea de la Tierra plana, ya sea por curiosidad, escepticismo inicial o por la influencia de su entorno, su mente comienza a filtrar el vasto océano de datos. Toda "evidencia" que parezca apoyar la flatitud del mundo será abrazada con entusiasmo, mientras que la información que la contradiga será convenientemente ignorada, minimizada o desacreditada. Un experimento simple puede ilustrar esto: si alguien cree firmemente en la Tierra plana, buscará videos de "pruebas de la Tierra plana" en YouTube, no "pruebas de la Tierra esférica". Y cuando encuentre un video que parezca refutar la esfericidad (quizás un experimento mal interpretado o con fallos metodológicos), lo tomará como una validación irrefutable.

Pero el sesgo de confirmación no actúa solo. Se le unen otros como el sesgo de disponibilidad, que nos hace sobrestimar la probabilidad de eventos o la veracidad de información que es fácil de recordar o que se presenta de manera más vívida. En la era digital, algoritmos de redes sociales pueden amplificar este efecto, creando cámaras de eco donde la "evidencia" de la Tierra plana se repite y refuerza constantemente. Además, no podemos obviar el Efecto Dunning-Kruger, que describe cómo las personas con poca habilidad o conocimiento en un área tienden a sobreestimar su propia competencia. En el terraplanismo, esto se manifiesta cuando individuos sin formación en física, astronomía o geodesia se sienten capaces de "refutar" siglos de investigación científica con observaciones superficiales o experimentos caseros mal concebidos.

Mi opinión personal es que la interacción de estos sesgos es tan potente que crea una especie de burbuja mental, casi impenetrable para la lógica externa. La dificultad no radica en la capacidad intelectual de la persona, sino en la resistencia de estos patrones de pensamiento profundamente arraigados.

La construcción social de la realidad y la búsqueda de pertenencia

El ser humano es, por naturaleza, un ser social. Necesitamos pertenecer, ser parte de algo más grande que nosotros mismos. Las comunidades terraplanistas ofrecen precisamente eso: un refugio, una identidad y un sentido de propósito para aquellos que se sienten alienados o desconfiados de las narraciones dominantes. En un mundo complejo y a menudo caótico, la simplicidad de la "verdad oculta" del terraplanismo puede ser increíblemente atractiva.

Cuando una persona se une a una comunidad terraplanista, ya sea en línea o en reuniones presenciales, encuentra validación. Sus dudas son confirmadas, sus "descubrimientos" son aplaudidos y su nueva perspectiva es celebrada. Esta validación social es un potente reforzador de creencias. El grupo les ofrece no solo un sentido de pertenencia, sino también una narrativa coherente que explica su lugar en el mundo y por qué otros "no entienden". Se construye una dinámica de "nosotros contra ellos", donde "nosotros" somos los "despiertos" que conocemos la verdad, y "ellos" son las "ovejas" engañadas por el sistema. Esta diferenciación no solo fortalece la cohesión del grupo, sino que también refuerza la resistencia a cualquier información externa que amenace la cosmovisión compartida.

La identidad del terraplanista se entrelaza con la creencia misma. Abandonar el terraplanismo no sería solo cambiar una opinión, sino renunciar a una parte de su identidad social, a sus amigos, a su comunidad y al estatus que han ganado dentro de ese grupo. La presión social para conformarse a las creencias del grupo es inmensa, y la idea de ser un "traidor" a la "verdad" puede ser psicológicamente devastadora. Es un costo emocional y social que pocos están dispuestos a pagar, incluso frente a pruebas irrefutables. Las creencias se convierten en insignias de identidad.

Desconfianza, pseudociencia y la era de la desinformación

El auge del terraplanismo no puede entenderse sin considerar el contexto más amplio de la creciente desconfianza en las instituciones tradicionales y la explosión de la desinformación en la era digital. Vivimos en un tiempo donde la fe en la ciencia, los gobiernos, los medios de comunicación y las instituciones educativas ha disminuido significativamente en ciertos sectores de la población. Cuando la confianza en estas fuentes disminuye, la gente busca explicaciones alternativas.

Aquí entra en juego el atractivo de la pseudociencia y las teorías de conspiración. Ofrecen narrativas simples para fenómenos complejos, a menudo atribuyendo el control a fuerzas ocultas o élites poderosas. La idea de que una conspiración global ha mantenido oculta la verdadera forma de la Tierra durante siglos puede ser seductora para quienes ya desconfían de las narrativas oficiales. Proporciona una explicación a la complejidad del mundo y un enemigo claro contra el cual luchar. Para mí, es fascinante cómo la complejidad del mundo real, con sus matices y su constante evolución, puede resultar menos atractiva que una teoría conspirativa bien definida, aunque carezca de base empírica.

Internet y las redes sociales han actuado como catalizadores para estas ideas. Antes, las teorías marginales tenían dificultades para encontrar una audiencia masiva; hoy, un video bien producido y emotivo puede volverse viral y llegar a millones en cuestión de horas. Los algoritmos de las plataformas están diseñados para maximizar el engagement, lo que a menudo significa mostrar contenido que refuerza las creencias existentes de un usuario o que es emocionalmente cargado, independientemente de su veracidad. Esto crea burbujas de filtro y cámaras de eco, donde la información falsa puede florecer sin ser cuestionada. La ausencia de filtros de veracidad rigurosos permite que la pseudociencia compita en igualdad de condiciones con la ciencia validada, al menos en términos de visibilidad.

Para una persona desinformada o escéptica por naturaleza, distinguir entre un documental científico riguroso y un video pseudocientífico convincente puede ser una tarea hercúlea. La retórica de los terraplanistas a menudo imita el lenguaje científico, utilizando términos complejos y presentando "pruebas" que, a primera vista, pueden parecer lógicas, pero que se desmoronan bajo un escrutinio metodológico mínimo. La psicología detrás de las teorías de conspiración sugiere que aquellos que se sienten marginados o sin poder son más propensos a abrazar estas narrativas, ya que les otorgan un sentido de conocimiento privilegiado y control sobre una verdad oculta.

¿Por qué resisten a la evidencia? La disonancia cognitiva en juego

Una de las preguntas más frustrantes para quienes observan el fenómeno terraplanista es: ¿cómo pueden ignorar la evidencia irrefutable? La respuesta radica en la disonancia cognitiva. Desarrollada por Leon Festinger, esta teoría postula que cuando una persona sostiene dos o más creencias, ideas o valores contradictorios, experimenta un estado de incomodidad mental o tensión. Para aliviar esta incomodidad, la persona intentará reducir la disonancia, a menudo modificando una de las cogniciones, añadiendo nuevas cogniciones o trivializando la contradicción.

Imaginemos a un terraplanista que es confrontado con una imagen genuina de la Tierra desde el espacio, tomada por la NASA, o con un experimento que demuestra la curvatura. Esto crea una disonancia: la imagen o el experimento contradicen su creencia fundamental en una Tierra plana. En lugar de aceptar la nueva información y cambiar su creencia (lo que implicaría reconocer un error monumental y desmantelar toda su cosmovisión), es mucho más fácil y menos doloroso para la mente encontrar formas de desacreditar la evidencia. "Es una manipulación de la NASA", "las imágenes son CGI", "el experimento está trucado", "la cámara usa una lente ojo de pez", "no estamos viendo la curvatura real". Estas son algunas de las respuestas típicas.

La disonancia cognitiva es un mecanismo de defensa mental. La inversión personal en la creencia terraplanista (tiempo invertido en investigar, debates con otros, la identidad forjada dentro de la comunidad) es enorme. Renunciar a ella implicaría un costo psicológico inmenso: la admisión de haber estado equivocado, la pérdida de estatus en su grupo y la reconstrucción de una nueva visión del mundo. Es un proceso agotador y doloroso, y la mente prefiere evitarlo a toda costa, incluso si eso significa aferrarse a explicaciones cada vez más inverosímiles. Es una clara muestra de cómo la emoción puede triunfar sobre la razón pura.

Más allá de la ridiculización: una comprensión necesaria

Es fácil caer en la trampa de la ridiculización cuando se habla de terraplanistas. Sin embargo, si nuestro objetivo es comprender y, quizás, fomentar el pensamiento crítico, la burla es contraproducente. Lejos de cambiar la opinión de alguien, la ridiculización solo refuerza la dinámica de "nosotros contra ellos", solidificando su posición y su identidad dentro del grupo. Se convierte en otra "prueba" de que el "sistema" está en contra de ellos.

Una comprensión profunda de los factores psicológicos y sociológicos que subyacen al terraplanismo nos permite abordar el fenómeno desde una perspectiva más constructiva. Esto no significa validar sus creencias, sino reconocer la humanidad detrás de ellas. Las personas que abrazan el terraplanismo a menudo buscan la verdad, la certeza y un sentido de control en un mundo que perciben como engañoso y abrumador.

La verdadera solución, a mi juicio, reside en fortalecer la educación científica desde una edad temprana, no solo en la memorización de hechos, sino en el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico. Esto implica enseñar a las personas a evaluar fuentes, a discernir entre evidencia y anécdota, a comprender la naturaleza del método científico y a reconocer sus propios sesgos cognitivos. Es crucial fomentar la curiosidad y la humildad intelectual, la capacidad de revisar las propias creencias a la luz de nueva evidencia, por incómodo que resulte.

También debemos mejorar la comunicación científica. Los científicos y divulgadores tienen la responsabilidad de hacer que la ciencia sea accesible, atractiva y relevante para el público en general, construyendo puentes de confianza en lugar de muros de incomprensión. Reconocer que la ciencia es un proceso de descubrimiento continuo, con sus propios errores y revisiones, puede ayudar a desmitificarla y hacerla menos intimidante.

En definitiva, la ciencia no solo nos explica la forma de la Tierra, sino también por qué algunos la ven de otra manera. Es una lección poderosa sobre la complejidad de la mente humana, la fuerza de la identidad social y la necesidad imperante de la alfabetización científica en nuestra sociedad. El terraplanismo es, en última instancia, un espejo que refleja no solo ciertas vulnerabilidades cognitivas, sino también desafíos culturales y sociales que van mucho más allá de la simple geometría planetaria.

Psicología cognitiva Terraplanismo Sesgos cognitivos Disonancia cognitiva