Facebook ha matado los "Me gusta" en webs externas por un motivo muy sencillo: ya no los necesita para vigilarnos

Hace más de una década, la web se llenó de pequeños iconos azules. El botón "Me gusta" de Facebook no solo era un signo de aprobación social o una forma rápida de compartir contenido con nuestros amigos; era, sin que muchos lo supieran, un sofisticado mecanismo de seguimiento que se extendía mucho más allá de las fronteras de la propia red social. Cada vez que visitábamos una página web que lo incluía, Facebook obtenía información sobre nuestra actividad, construyendo un perfil de nuestros intereses, hábitos de navegación y, en última instancia, de nuestra identidad digital. Hoy, sin embargo, la presencia de estos botones ha disminuido drásticamente, casi hasta desaparecer. No es un acto de altruismo ni una retirada de la ambición de Meta (la empresa matriz de Facebook) por entender y monetizar el comportamiento del usuario. Es una señal, clara y concisa, de que la compañía ha evolucionado sus estrategias de recolección de datos hasta un punto en el que el pequeño "Me gusta" externo se ha vuelto, en gran medida, obsoleto. La verdadera cuestión es: ¿por qué ya no los necesita y qué significa esto para nuestra privacidad en la era digital?

La era dorada del botón "Me gusta" y el pixel invisible

Facebook ha matado los

Para comprender el panorama actual, es esencial retroceder a la época en que el botón "Me gusta" era omnipresente. Era el año 2010 cuando Facebook lanzó formalmente este plugin social para sitios web de terceros. Su propuesta era atractiva: permitía a los usuarios expresar su agrado por un artículo, una canción o una página directamente desde la web que estaban visitando, y esa acción se compartía automáticamente en su feed de Facebook, amplificando el alcance del contenido y, de paso, la presencia de Facebook en toda la red.

Orígenes y omnipresencia

La integración del botón "Me gusta" en millones de sitios web fue rapidísima. Desde blogs personales hasta grandes medios de comunicación, pasando por tiendas en línea, todos querían esa capacidad de viralización social. Para los propietarios de sitios web, era una herramienta gratuita para fomentar la interacción y llevar tráfico de vuelta a sus páginas, mientras que para los usuarios, era una forma sencilla de curar y compartir contenido. Lo que pocos entendían, o al menos no en su totalidad, era la contrapartida.

El "pixel de seguimiento" invisible

El verdadero poder del botón "Me gusta" no residía únicamente en el acto de hacer clic en él. Incluso si un usuario nunca pulsaba el botón, el simple hecho de que el script del plugin se cargara en una página web era suficiente para que Facebook supiera que ese usuario, o al menos su navegador y dirección IP, había visitado esa URL específica. Este mecanismo se conocía como el "Facebook Pixel", aunque en sus inicios no siempre se llamaba así. Era un fragmento de código JavaScript que se ejecutaba en segundo plano, enviando datos de vuelta a los servidores de Facebook.

Cada carga de página, cada desplazamiento, cada tiempo de permanencia e incluso, en algunos casos, cada artículo añadido al carrito de compra, podía ser rastreado. La información se vinculaba con la cuenta de Facebook del usuario si este estaba logueado en ese momento, o se asignaba a un identificador único si no lo estaba, construyendo aun así un perfil seudónimo. Esto permitió a Facebook crear un mapa increíblemente detallado de los intereses y comportamientos de navegación de sus usuarios fuera de sus propias plataformas. Era, en mi opinión, una de las mayores hazañas de ingeniería de datos de la época, pero también una de las más polémicas desde el punto de vista de la privacidad. Para más detalles sobre cómo funciona el pixel de Facebook, se puede consultar esta guía.

El valor de los datos externos

Estos datos externos eran de un valor incalculable. Permitían a Facebook refinar sus algoritmos publicitarios, ofreciendo a los anunciantes la capacidad de dirigirse a usuarios no solo basándose en lo que hacían dentro de Facebook (sus "Me gusta" a páginas, sus grupos, sus amigos), sino también en lo que hacían en toda la web. ¿Has visitado muchas páginas de viajes? Es probable que vieras anuncios de aerolíneas o hoteles en tu feed de Facebook. ¿Interesado en gadgets tecnológicos? Los anuncios de electrónica te seguirían. Esta capacidad de segmentación era el motor de la máquina de ingresos de Facebook, transformando la publicidad digital y estableciendo nuevos estándares en la personalización.

¿Por qué ya no lo necesita? La autosuficiencia de Meta

El declive del botón "Me gusta" externo no fue un evento abrupto, sino una lenta erosión. La razón principal es que Meta, la empresa anteriormente conocida como Facebook, ya no depende de este método de seguimiento de terceros con la misma intensidad. Su estrategia ha evolucionado.

El ecosistema de Meta

Facebook ya no es solo "Facebook.com". Meta es un conglomerado de plataformas que incluyen Instagram, WhatsApp, Messenger, Oculus (ahora Meta Quest), y una plétora de otras aplicaciones y servicios. Dentro de este vasto ecosistema, los usuarios pasan una cantidad significativa de su tiempo en línea. Cada publicación en Instagram, cada mensaje de WhatsApp, cada "Reel" visto, cada comentario en un grupo de Facebook, cada interacción en el metaverso a través de un dispositivo Meta Quest, genera una inmensa cantidad de datos de primera mano. Este tipo de datos, generados directamente dentro de sus propias propiedades, es infinitamente más valioso, preciso y fiable que cualquier dato recopilado a través de un botón externo de terceros.

El ascenso de la publicidad programática interna

La mayor parte de la inversión publicitaria que antes se distribuía entre innumerables sitios web a través de redes de display, ahora se canaliza directamente a las plataformas de Meta. Los anunciantes entienden que la audiencia está en Facebook e Instagram, y que las herramientas de segmentación que Meta ofrece basadas en sus propios datos son insuperables. Esto ha llevado a una consolidación del gasto publicitario dentro del propio "jardín vallado" de Meta, haciendo que la dependencia de datos externos se reduzca. La compañía ha perfeccionado su capacidad para mostrar anuncios relevantes basándose en el comportamiento dentro de sus aplicaciones, lo que reduce la necesidad de espiar a los usuarios en el resto de la web.

La evolución del seguimiento y la privacidad

Otro factor crucial ha sido el endurecimiento del panorama de la privacidad. Regulaciones como el GDPR en Europa y la CCPA en California han puesto límites estrictos a la recopilación y uso de datos de terceros. Además, gigantes tecnológicos como Apple han introducido medidas como la App Tracking Transparency (ATT), que requiere que las aplicaciones obtengan el consentimiento explícito del usuario para rastrearlo a través de otras aplicaciones y sitios web. Esta iniciativa de Apple, en particular, ha tenido un impacto significativo en la capacidad de las empresas como Meta para rastrear a los usuarios fuera de sus propias plataformas. Para entender el impacto de ATT, este artículo de Apple proporciona contexto.

La respuesta de Meta ha sido pivotar hacia la recolección de datos de primera mano y el uso de métodos de seguimiento menos dependientes de cookies de terceros, que están siendo eliminadas progresivamente por navegadores como Chrome. Mientras el botón "Me gusta" se basaba en gran medida en cookies de terceros para identificar y rastrear usuarios, la estrategia actual de Meta se centra en los identificadores de usuario internos y en la información generada dentro de su propio ecosistema. En mi opinión, este cambio no es una victoria para la privacidad del usuario; es simplemente un cambio en la estrategia de vigilancia, de una amplia red de arrastre a una extracción más profunda y concentrada dentro de sus propias fronteras.

El cambio de paradigma: de la extensión al centro

La web ha cambiado. Hace una década, Facebook quería ser una capa que se extendiera por toda la web. Hoy, con el auge de las redes sociales como principales portales de información y entretenimiento, Meta se ha convertido en el centro de la experiencia online para muchos usuarios. No necesitan que el botón "Me gusta" los siga a todas partes porque una gran parte de la interacción social y el consumo de contenido ya tiene lugar dentro de sus propiedades. La gente pasa horas en Instagram viendo "Reels", en WhatsApp chateando o en Facebook Groups. Este tiempo invertido es el nuevo oro, y no requiere de un botón externo para ser rastreado y monetizado.

Implicaciones y el futuro de la privacidad

La desaparición gradual del botón "Me gusta" externo no significa que Facebook haya renunciado a su ambición de comprender cada faceta del comportamiento del usuario. Significa que han encontrado formas más eficientes, menos visibles y, en muchos casos, más difíciles de eludir.

Menos visibilidad, no menos seguimiento

Es crucial entender que la ausencia de un botón visible no equivale a una ausencia de seguimiento. De hecho, podría argumentarse que el seguimiento actual es incluso más insidioso porque es menos obvio. Los usuarios dan su consentimiento para la recopilación de datos al aceptar los términos y condiciones de las aplicaciones de Meta, y una vez dentro, toda su actividad está sujeta a análisis. La visibilidad de un botón "Me gusta" externo al menos ponía un recordatorio físico de que Facebook estaba presente. Ahora, esa presencia es más sutil, pero no menos real.

El poder de los datos "zero-party" y "first-party"

Meta se está apoyando fuertemente en lo que se conoce como datos "first-party" (recopilados directamente por ellos en sus plataformas) y datos "zero-party" (información que los usuarios proporcionan voluntariamente, como encuestas, preferencias de contenido o intereses explícitos). Estos datos son de una calidad superior porque no hay inferencia ni dependencia de terceros. Son los datos más directos y fiables sobre lo que le interesa a un usuario. La capacidad de Meta para procesar y conectar estos inmensos volúmenes de datos internos es su mayor activo y su principal herramienta de vigilancia. Las políticas de datos de Meta proporcionan una visión de cómo utilizan esta información.

Desafíos regulatorios y la respuesta de Meta

El panorama regulatorio seguirá evolucionando, y Meta deberá adaptarse continuamente. Sin embargo, su estrategia de consolidar el seguimiento dentro de su propio ecosistema hace que sea más fácil cumplir con ciertas normativas, ya que controlan todo el flujo de datos. En lugar de lidiar con la complejidad de rastrear a través de cientos de miles de sitios web diferentes con reglas variadas, pueden aplicar una política uniforme a través de sus propias plataformas. Esto no exime a Meta de sus responsabilidades, pero sí simplifica su operativa.

¿Una oportunidad para la web abierta?

Desde mi perspectiva, la reducción de la dependencia de Meta en los botones de seguimiento externos podría, paradójicamente, ofrecer una oportunidad para que la "web abierta" (sitios web y plataformas que no forman parte de los grandes jardines vallados) explore modelos de negocio más respetuosos con la privacidad o innovaciones en el seguimiento contextual que no dependan de identificadores de usuario persistentes. Sin el "gigante" dominando el rastreo de terceros, quizás surjan alternativas más éticas para la monetización. O quizás, simplemente, Meta ha puesto el listón tan alto que las pequeñas empresas de la web seguirán luchando por competir en el ecosistema publicitario sin un acceso similar a datos ricos.

Conclusión

La retirada del botón "Me gusta" de Facebook en webs externas no es un retiro estratégico de la vigilancia, sino una evolución. Es un testamento a la creciente autosuficiencia de Meta, que ahora recolecta datos de primera mano en un vasto y exitoso ecosistema de aplicaciones y servicios. La compañía ya no necesita el "ojo" externo porque ha logrado atraer a la mayoría de los usuarios a su propio "jardín vallado", donde su capacidad de seguimiento es más profunda, más eficiente y menos visible. Para nosotros, como usuarios, esto significa que debemos ser aún más conscientes de la huella digital que dejamos dentro de estas plataformas. La batalla por la privacidad no ha terminado; simplemente ha cambiado de campo de juego, trasladándose del vasto océano de la web abierta a los profundos y cuidadosamente gestionados estanques de las grandes corporaciones tecnológicas.