El negocio 'made in China' de las balizas V-16 de la DGT: homologar el mismo producto 24 veces y venderlo con diferentes marcas

La seguridad vial es una prioridad innegable en cualquier sociedad desarrollada, y la Dirección General de Tráfico (DGT) en España ha estado a la vanguardia en la implementación de medidas y dispositivos que buscan reducir la siniestralidad en nuestras carreteras. Entre estas innovaciones, la baliza V-16 se ha posicionado como el sustituto moderno y, en teoría, más eficaz de los tradicionales triángulos de emergencia. Sin embargo, detrás de esta loable intención y de un producto aparentemente sencillo, se esconde un entramado comercial que, a ojos de muchos, plantea serias preguntas sobre la eficiencia, la transparencia y, en última instancia, el valor real para el consumidor. Nos referimos a la curiosa situación donde un mismo dispositivo, fabricado en su inmensa mayoría en China, es homologado bajo múltiples marcas, generando una proliferación de opciones que, en esencia, son idénticas en su funcionalidad y origen. Este fenómeno no solo confunde al usuario final, sino que también desvela las complejidades de un mercado globalizado donde la marca puede tener un peso mayor que la innovación o la diferenciación real del producto.

El origen de la baliza V-16 y su obligatoriedad

El negocio 'made in China' de las balizas V-16 de la DGT: homologar el mismo producto 24 veces y venderlo con diferentes marcas

La historia de la baliza V-16 como elemento de seguridad vial en España comienza con una clara intención de modernizar y mejorar la señalización de un vehículo averiado o accidentado en la calzada. Durante décadas, los triángulos de preseñalización de peligro fueron los guardianes silenciosos en los márgenes de nuestras carreteras, alertando a otros conductores de una situación de riesgo. Sin embargo, su uso presentaba desafíos importantes: la necesidad de bajarse del vehículo para colocarlos, a menudo en condiciones de visibilidad reducida o en vías de alta velocidad, exponiendo al conductor a un peligro considerable. La DGT, consciente de estos riesgos, comenzó a explorar alternativas más seguras y eficientes.

Así nació la idea de la baliza V-16, un dispositivo luminoso que se colocaría en la parte más alta del vehículo sin necesidad de salir del habitáculo. Su luz, visible a gran distancia y en 360 grados, prometía una mayor seguridad tanto para el ocupante del vehículo accidentado como para el resto de usuarios de la vía. La normativa se fue gestando y, tras un periodo de convivencia con los triángulos, se estableció una fecha límite: a partir del 1 de enero de 2026, la baliza V-16, y en concreto su versión conectada, será el único dispositivo de preseñalización de peligro legalmente válido. Esta medida, sin duda, representa un avance en la seguridad vial, alineando a España con las últimas tendencias en sistemas de alerta.

La V-16 debía cumplir con una serie de requisitos técnicos específicos para garantizar su eficacia y fiabilidad. No se trataba solo de una luz; la homologación implicaba pruebas de resistencia al agua, al polvo, a golpes, a diferentes temperaturas, así como la intensidad y frecuencia luminosa. Con el tiempo, se añadió la crucial característica de la conectividad, permitiendo que la baliza, a través de la red de datos, comunicara automáticamente la posición del vehículo a la nube de la DGT, lo que agilizaría la asistencia en carretera y la gestión del tráfico. Esta evolución es, a mi parecer, donde reside el verdadero salto cualitativo de la V-16, transformándola de una simple luz a un dispositivo inteligente de seguridad activa.

El intrincado proceso de homologación

Para que una baliza V-16 pueda ser comercializada y utilizada legalmente en España, debe pasar por un riguroso proceso de homologación. Este proceso certifica que el dispositivo cumple con todas las especificaciones técnicas y los estándares de calidad y seguridad establecidos por la normativa, principalmente la norma UNE 26495. No es un mero trámite administrativo; es una batería de pruebas exhaustivas realizadas por laboratorios autorizados que garantizan que el producto funcionará como se espera en las condiciones más adversas. Se evalúa desde la potencia lumínica y el ángulo de visibilidad hasta la duración de la batería, la resistencia a impactos, la impermeabilidad y, en el caso de las futuras balizas conectadas, la fiabilidad de su módulo de comunicación.

Lo que resulta fascinante, y a la vez un tanto desconcertante, es cómo este proceso se aplica a productos que, en su esencia, son idénticos. El mercado ha visto cómo un número limitado de fabricantes, principalmente ubicados en China, producen el hardware base de estas balizas. Estos fabricantes suelen ser especialistas en electrónica y producción masiva, capaces de ofrecer dispositivos con las características técnicas exigidas a costes muy competitivos. A partir de aquí, es donde entra en juego una estrategia comercial peculiar: diferentes empresas distribuidoras en España adquieren estas balizas "en bruto", por así decirlo, y proceden a homologarlas bajo sus propias marcas. Esto significa que un dispositivo con el mismo diseño, los mismos componentes internos y el mismo rendimiento es sometido a un proceso de certificación, idéntico, por cada marca que desea venderlo.

La norma UNE 26495: el pilar técnico

La columna vertebral de la homologación de las balizas V-16 es la norma UNE 26495. Esta norma, desarrollada por AENOR (Asociación Española de Normalización), establece los requisitos mínimos de diseño, funcionamiento y rendimiento que deben cumplir estos dispositivos. Es el documento técnico que asegura la uniformidad y la calidad de los productos que llegan al mercado. Sin embargo, su aplicación repetida a dispositivos genéricamente idénticos genera una pregunta: ¿es este un sistema óptimo para el mercado y el consumidor? La respuesta no es sencilla. Por un lado, garantiza que cada producto individual, bajo cada marca, ha superado las pruebas. Por otro lado, la repetición de las mismas pruebas para el mismo hardware puede percibirse como una duplicidad de esfuerzos y recursos que, en última instancia, se repercute en el precio final y en la complejidad del mercado. Uno podría pensar que una homologación del fabricante original, o del diseño base, con una certificación de cumplimiento para los distribuidores, podría agilizar el proceso sin comprometer la seguridad.

Un mismo producto, múltiples identidades comerciales

El epicentro de este fenómeno reside en la dinámica de la producción global. China se ha consolidado como la "fábrica del mundo" gracias a su capacidad de producción masiva, eficiencia y costes competitivos. En el caso de las balizas V-16, existen unos pocos grandes fabricantes asiáticos que producen el grueso de estos dispositivos. Su modelo de negocio a menudo incluye la fabricación OEM (Original Equipment Manufacturer) u ODM (Original Design Manufacturer), donde producen bienes para ser vendidos por otras compañías bajo su propia marca. Es decir, una empresa española, o de cualquier otro país, puede encargar miles de balizas con sus especificaciones, su logo y su empaquetado, sin haber diseñado ni fabricado el producto en sí.

Este modelo es extremadamente atractivo para los distribuidores por varias razones. Primero, reduce drásticamente la inversión en investigación y desarrollo, ya que el diseño y la ingeniería ya están hechos. Segundo, permite una rápida entrada al mercado, aprovechando una cadena de suministro ya establecida y eficiente. Tercero, minimiza los riesgos de producción, ya que la experiencia y la infraestructura ya existen. El resultado es que el consumidor se encuentra con una plétora de balizas V-16 que, si bien llevan marcas diferentes como "Help Flash", "Flash Road", "SOS Road", etc., en su interior son prácticamente idénticas. La única diferencia real, en muchos casos, es el packaging, el nombre de la marca y, en algunos casos, el servicio postventa o la aplicación asociada a la conectividad (si la marca decide desarrollar una propia).

¿Duplicidad de esfuerzos o estrategia de mercado?

Esta situación plantea un dilema interesante. ¿Es esta multiplicidad de marcas una duplicidad innecesaria de esfuerzos que beneficia a pocos, o es una estrategia de mercado legítima? Desde el punto de vista del distribuidor, es una manera eficaz de competir en un mercado con demanda asegurada. Al no tener que desarrollar el producto desde cero, pueden centrarse en la logística, el marketing y la distribución. Para el consumidor, sin embargo, puede generar confusión y una percepción de falta de transparencia. ¿Por qué elegir una marca sobre otra si el producto es esencialmente el mismo? La decisión a menudo se reduce al precio, a la disponibilidad, o a la confianza en la marca que percibe el cliente, no en la innovación intrínseca del dispositivo.

Personalmente, entiendo que en un mercado libre, las empresas buscan la eficiencia y la rentabilidad. No obstante, en un producto de seguridad vial donde la DGT ejerce una fuerte influencia regulatoria y promocional, la proliferación de "clones" homologados bajo diferentes nombres puede erosionar la confianza. Se podría argumentar que el sistema fomenta la competencia, pero si la base del producto es la misma, la competencia se traslada al marketing y al precio, no a la calidad o a las características del producto, que ya están predefinidas por la homologación y el fabricante original.

Implicaciones para el consumidor y la competencia

La existencia de múltiples marcas para un producto idéntico tiene diversas implicaciones que afectan directamente al consumidor y a la dinámica competitiva del mercado.

Precio: ¿influye la multiplicidad de marcas en el precio final?

Una de las consecuencias más directas es la fluctuación de precios. Aunque el coste de fabricación del hardware sea similar para todos los distribuidores, cada marca añade sus propios márgenes, costes de marketing, logística y desarrollo de aplicaciones (para las conectadas). Esto puede llevar a una dispersión de precios considerable para balizas que ofrecen exactamente la misma funcionalidad base y cumplen con los mismos estándares de homologación. El consumidor, al no tener una diferenciación técnica clara, a menudo se ve forzado a comparar precios sin entender las razones detrás de las variaciones, o a elegir basándose en la marca que le resulta más familiar. Esto no siempre garantiza la mejor relación calidad-precio, ya que la calidad intrínseca del producto ya está fijada por la homologación.

Calidad percibida: ¿se valora la marca más allá de la homologación?

La percepción de calidad es otro factor crucial. Una marca bien establecida, con una reputación sólida en otros productos o en el ámbito de la seguridad, puede inspirar mayor confianza al consumidor, incluso si su baliza V-16 es idéntica a la de una marca menos conocida. Esta "prima de marca" puede justificar un precio más alto a los ojos del comprador, aunque la homologación ya debería ser el único sello de calidad relevante. En un escenario ideal, la homologación por sí sola debería ser suficiente para asegurar la calidad y el rendimiento, eliminando la necesidad de confiar en la reputación de una marca específica para un producto estandarizado. Sin embargo, la realidad del mercado es que las marcas juegan un papel psicológico importante.

Confianza: ¿cómo afecta esto a la confianza en el sistema DGT y en los productos?

Aquí es donde, en mi opinión, surge una de las mayores preocupaciones. Si el consumidor descubre que múltiples balizas son, en esencia, el mismo producto "made in China" remarcado, podría generarse una desconfianza generalizada. ¿Por qué se ha permitido o incluso incentivado este sistema de homologación repetida? ¿Se está priorizando la eficiencia del mercado o la transparencia para el ciudadano? La DGT ha hecho un gran esfuerzo por comunicar la importancia de la V-16 y la necesidad de adquirir dispositivos homologados. Si este mensaje se mezcla con la percepción de que el mercado está saturado de productos idénticos bajo nombres distintos, podría debilitar la credibilidad de las campañas y la propia institución.

Competencia desleal o prácticas comerciales: ¿es ético o simplemente una realidad del mercado global?

Desde una perspectiva puramente legal, no hay nada intrínsecamente ilegal en este modelo de negocio. Las empresas cumplen con los requisitos de homologación y comercialización. Sin embargo, la cuestión ética es más compleja. ¿Es justo para el consumidor pagar un sobreprecio por una marca cuando el hardware base es genérico? ¿Fomenta este sistema la verdadera innovación o solo la capacidad de marketing? Las empresas que invierten en I+D para desarrollar sus propios dispositivos V-16, con características distintivas o tecnologías patentadas, podrían sentirse en desventaja frente a aquellos que simplemente "remarcan" un producto existente. Aunque esto es una realidad en muchos sectores, en un producto de seguridad obligatoria, la transparencia y la diferenciación genuina deberían ser valores primordiales.

Para el consumidor, la clave está en informarse. La DGT publica una lista oficial de dispositivos V-16 homologados, lo cual es un recurso vital. Sin embargo, la lista no suele detallar el fabricante original ni las similitudes entre productos. Quizás una mayor transparencia en esta área podría empoderar al consumidor.

Más allá de la baliza: el modelo de negocio global

El fenómeno de la baliza V-16 no es un caso aislado, sino un reflejo de un modelo de negocio global mucho más amplio y extendido. La fabricación OEM y ODM es la espina dorsal de muchas industrias, desde la electrónica de consumo hasta la moda, pasando por electrodomésticos y componentes automotrices. Empresas chinas, en particular, han perfeccionado la capacidad de producir bienes de alta calidad a gran escala, permitiendo que marcas de todo el mundo se beneficien de sus capacidades de manufactura sin la necesidad de construir y mantener sus propias fábricas.

En este contexto, la marca se convierte en el principal diferenciador. Las empresas invierten en marketing, diseño de empaques, posicionamiento y, crucialmente, en la percepción de valor añadido. Este valor añadido puede manifestarse en el servicio al cliente, en la garantía, en la integración con ecosistemas de productos o, como en el caso de las V-16 conectadas, en el desarrollo de aplicaciones y servicios asociados al dispositivo. Sin embargo, cuando el producto base es idéntico, la marca puede llegar a ser una especie de "ficción" de diferenciación para el consumidor.

El valor añadido de la marca: más allá del hardware

Para que una baliza V-16 de una marca específica justifique un precio superior o una mayor preferencia, debe ofrecer algo más que el hardware homologado. En el caso de las balizas conectadas, este "algo más" suele ser la plataforma de servicios asociada. Algunas marcas han desarrollado aplicaciones móviles con funcionalidades adicionales, como la gestión de flotas, el seguimiento del vehículo en tiempo real (más allá de la señal DGT), o la asistencia integrada en caso de emergencia. Aquí, el valor no reside tanto en el dispositivo físico, que puede ser idéntico a otros, sino en el ecosistema digital que lo rodea.

No obstante, esta distinción no siempre es evidente para el consumidor medio. La comunicación de estas diferencias a menudo es deficiente, y la mayoría de los compradores buscan simplemente cumplir con la normativa a un precio razonable. Es un dilema donde la complejidad del mercado global choca con la necesidad de simplicidad y claridad en la seguridad vial. El mercado, como siempre, se autorregula hasta cierto punto, y las marcas que no ofrecen un valor añadido real o una ventaja competitiva clara, acabarán perdiendo cuota de mercado. Por mi parte, creo que una baliza de seguridad debería ser, ante todo, fiable y efectiva, y que el valor añadido en este contexto debería estar enfocado en mejorar la seguridad o la experiencia de una emergencia, no meramente en el branding. Para más información sobre la evolución de la baliza conectada, se puede consultar este artículo de la revista de la DGT.

El rol de la DGT y la transparencia

La Dirección General de Tráfico ha asumido un rol fundamental en la implementación de la baliza V-16, estableciendo la normativa y promoviendo su uso. Sin embargo, la forma en que se ha gestionado el proceso de homologación y la subsiguiente proliferación de marcas invita a la reflexión. ¿Podría la DGT, o el organismo regulador correspondiente, simplificar el proceso de homologación o hacer más transparente la cadena de suministro para los consumidores?

Una opción sería la homologación por diseño o por fabricante original. Si un fabricante chino produce un dispositivo que cumple con la norma UNE 26495, ¿sería necesario que cada distribuidor español lo homologara individualmente? Quizás un sistema de certificación de "conformidad" para los distribuidores que comercializan el mismo producto ya homologado por su fabricante original, con pruebas aleatorias para garantizar el cumplimiento, podría ser más eficiente. Esto reduciría costes, simplificaría el mercado y haría más clara la oferta para el consumidor.

La DGT publica una lista de dispositivos V-16 homologados, que es una herramienta esencial para el consumidor. Pero, ¿hasta qué punto esta lista revela las similitudes subyacentes entre los productos? Una mayor transparencia en esta lista, quizás indicando si varios productos comparten el mismo hardware base o el mismo fabricante original, podría ayudar a los consumidores a tomar decisiones más informadas. Esto no es solo una cuestión comercial, sino de confianza pública en un dispositivo de seguridad vital.

El futuro: ¿conectividad y servicios adicionales?

El verdadero potencial de la baliza V-16 se materializa con la conectividad. A partir de 2026, las balizas deberán integrar un módulo de comunicación que enviará la posición del vehículo a la nube de la DGT. Aquí, la diferenciación entre marcas podría volverse más tangible. No se tratará solo del hardware, sino de la calidad de la conexión, la fiabilidad del servicio de datos, la gestión de la privacidad y los servicios adicionales que cada marca pueda ofrecer a través de su plataforma. La conectividad añade una capa de complejidad y, a la vez, de oportunidades para la verdadera innovación. Por ejemplo, la OCU ha destacado la importancia de que la baliza V-16 sea conectada para su máxima utilidad. Aquellas marcas que logren ofrecer una experiencia de usuario superior, una mayor fiabilidad en la transmisión de datos o servicios de valor añadido, serán las que realmente destaquen en este nuevo paradigma. En este sentido, el futuro de la V-16 no