La costa gallega, con su riqueza biológica y su profunda tradición marisquera, es un espejo de la relación simbiótica entre el ser humano y el océano. Aquí, el marisqueo es más que una actividad económica; es una forma de vida, un legado cultural y un pilar de la identidad de muchas comunidades. Sin embargo, en ocasiones, la rutina diaria de los mariscadores se ve alterada por decisiones que, a primera vista, parecen contraintuitivas: capturar almejas para luego devolverlas al mar. Este acto, que podría confundirse con una medida de conservación, esconde en realidad una compleja historia de ciencia, seguridad alimentaria y colaboración internacional, con un giro inesperado que nos lleva hasta las costas de Canadá. Es una narrativa fascinante que ilustra cómo la salud de nuestros océanos y la seguridad de lo que comemos están interconectadas a escala global, y cómo la investigación pionera en un rincón del mundo puede tener repercusiones directas en las prácticas pesqueras a miles de kilómetros de distancia.
La paradoja gallega: devolver un tesoro al mar
Imaginemos la escena: las rías gallegas, al amanecer, bullen con la actividad de mariscadores y mariscadoras que, pala en mano, extraen con destreza las codiciadas almejas de la arena húmeda. Especies como la almeja fina (Ruditapes decussatus) o la babosa (Venerupis corrugata) son auténticos tesoros gastronómicos, apreciadas por su sabor y textura, y representan una fuente vital de ingresos para miles de familias. El trabajo es duro, condicionado por las mareas y el clima, pero la recompensa suele ser el sustento. Sin embargo, en ciertos periodos y zonas, el fruto de este esfuerzo no llega a la lonja para su venta, ni a los restaurantes para deleite de los comensales. En su lugar, miles de kilos de almejas, ya clasificadas y listas para su comercialización, son cuidadosamente devueltas a las aguas de las que proceden.
Este hecho genera una mezcla de perplejidad y preocupación. ¿Por qué razón, después de todo el esfuerzo invertido en su extracción, se toma una decisión tan drástica y económicamente dolorosa? La respuesta no se encuentra en una escasez de recurso, ni en una medida voluntaria para repoblar los bancos marisqueros, aunque la sostenibilidad sea una constante en la gestión pesquera de la región. La clave reside en un enemigo invisible, microscópico pero potente, que puede convertir un alimento delicioso en una amenaza para la salud pública. Aquí es donde la ciencia toma el relevo y donde, sorprendentemente, entra en juego la experiencia de un país tan lejano como Canadá. Mi opinión personal es que esta situación subraya la tremenda vulnerabilidad de los ecosistema marinos frente a fenómenos naturales (aunque a veces exacerbados por el cambio climático) y la necesidad imperiosa de sistemas de monitoreo y protocolos de seguridad robustos. La frustración de los mariscadores es comprensible, pero la prioridad de la salud pública debe prevalecer siempre.
Desentrañando el misterio: la clave está en el fondo del mar (y en Canadá)
El verdadero motivo detrás de esta práctica se halla en la presencia de biotoxinas marinas, popularmente conocidas como "mareas rojas" o, con mayor precisión científica, floraciones algales nocivas (FANs). Estos eventos naturales ocurren cuando ciertas microalgas (fitoplancton) se multiplican de forma explosiva, formando concentraciones muy elevadas en el agua. Algunas de estas microalgas producen toxinas que, aunque inofensivas para los moluscos bivalvos (como almejas, mejillones u ostras), se acumulan en sus tejidos al filtrar el agua para alimentarse. Cuando los humanos consumen estos bivalvos contaminados, las toxinas pueden provocar una serie de enfermedades, algunas de ellas con consecuencias muy graves, e incluso mortales.
En el caso específico de las almejas gallegas devueltas al mar, el problema suele estar asociado al ácido domoico, una neurotoxina que puede causar el síndrome de intoxicación amnésica por mariscos (ASP, por sus siglas en inglés). Los síntomas varían desde náuseas, vómitos y diarrea, hasta mareos, desorientación y, en casos severos, pérdida de memoria a corto plazo, convulsiones y coma. Las algas responsables de la producción de ácido domoico pertenecen principalmente al género Pseudo-nitzschia, diatomeas que, bajo ciertas condiciones ambientales, proliferan de manera significativa en las aguas costeras. La detección de niveles elevados de esta toxina en los bivalvos obliga a las autoridades sanitarias a establecer vedas, prohibiendo la extracción y comercialización de marisco hasta que los niveles vuelvan a ser seguros. La razón de devolver el marisco en lugar de desecharlo es que los bivalvos tienen la capacidad natural de "depurarse" o desintoxicarse con el tiempo, eliminando las toxinas de sus tejidos una vez que las microalgas tóxicas desaparecen del agua. Por lo tanto, el marisco puede ser recolectado nuevamente cuando los análisis confirmen que es seguro para el consumo.
Canadá, un faro en la investigación y monitorización de biotoxinas marinas
La conexión con Canadá en este escenario de toxinas marinas no es anecdótica. Desde hace décadas, Canadá, y en particular el Departamento de Pesca y Océanos de Canadá (DFO por sus siglas en inglés), ha estado a la vanguardia de la investigación y la monitorización de biotoxinas marinas. Sus costas, extensas y diversas, han sido históricamente escenario de importantes brotes de intoxicaciones por mariscos, lo que ha impulsado una inversión considerable en ciencia y tecnología para comprender mejor estos fenómenos y proteger la salud de sus ciudadanos y su industria pesquera. De hecho, el primer brote documentado de intoxicación amnésica por mariscos (ASP) ocurrió en la Isla del Príncipe Eduardo, Canadá, en 1987, lo que llevó a una intensa investigación que identificó el ácido domoico como el responsable y a la diatomea Pseudo-nitzschia multiseries como su productora. Este evento marcó un antes y un después en la ciencia de las biotoxinas marinas a nivel mundial.
La experiencia canadiense en la identificación, cuantificación y establecimiento de límites de seguridad para estas toxinas es, por lo tanto, muy valiosa. Sus científicos han desarrollado metodologías de análisis, han profundizado en la ecología de las algas productoras y han contribuido a la comprensión de cómo estas toxinas se transfieren a través de la cadena alimentaria. Estos conocimientos y protocolos no se han quedado confinados a Norteamérica; han sido compartidos y adoptados por organismos internacionales y países de todo el mundo, incluida España y, por ende, Galicia. Existe un intercambio constante de información científica y buenas prácticas, y las referencias a los estudios y los estándares establecidos en Canadá son comunes en el ámbito de la seguridad alimentaria marina. La labor del DFO de Canadá ha sido crucial para la comunidad científica global. Puedes obtener más información sobre su trabajo en este ámbito visitando su página oficial sobre biotoxinas marinas: Departamento de Pesca y Océanos de Canadá - Biotoxinas Marinas.
El ácido domoico y la alerta en Galicia
En Galicia, la vigilancia de biotoxinas marinas es una prioridad constante, dada la importancia de su sector marisquero y acuícola. La Xunta de Galicia, a través de sus organismos de control, y en colaboración con instituciones como el Instituto Español de Oceanografía (IEO), realiza muestreos periódicos en todas las rías y zonas de producción. Cuando los análisis detectan niveles de ácido domoico (o de otras toxinas como las que causan la intoxicación paralizante, PSP, o diarreica, DSP) por encima de los límites máximos permitidos por la normativa europea (que a su vez se basan en recomendaciones científicas internacionales, muchas de ellas influenciadas por la experiencia canadiense), se activan las vedas. Recientemente, hemos visto cómo esta situación ha afectado a importantes zonas marisqueras, especialmente en la Ría de Arousa, una de las más productivas. La presencia de Pseudo-nitzschia y los consiguientes niveles elevados de ácido domoico han llevado a la paralización de la actividad y a la devolución de las almejas capturadas. Esta medida, aunque drástica, es la única forma de garantizar que el marisco que finalmente llega al consumidor es completamente seguro. Un ejemplo de cómo la información científica influye en la regulación alimentaria se puede ver en los informes de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA): EFSA - Biotoxinas Marinas. Para comprender mejor la situación local y cómo se gestionan estas alertas en Galicia, se pueden consultar noticias específicas, como esta que vincula las vedas con las toxinas: Noticia: Galicia, Canadá y las toxinas de la almeja.
Implicaciones económicas y sociales para el sector marisquero gallego
Las vedas por biotoxinas marinas tienen un impacto económico y social considerable en Galicia. Para los mariscadores, la paralización de la actividad significa una interrupción directa de sus ingresos, lo que genera una gran incertidumbre y dificultad. En muchos casos, las almejas capturadas antes de la declaración de la veda, o las que se capturan en un periodo de "prueba" antes de la reapertura, deben ser devueltas al mar, lo que representa una pérdida directa de trabajo y, a menudo, de producto ya clasificado. Las organizaciones de productores y las cofradías de pescadores trabajan incansablemente para mitigar estos efectos, buscando ayudas y compensaciones para sus afiliados, y colaborando con la administración en la gestión de las vedas.
Más allá del mariscador individual, la cadena de suministro completa se ve afectada. Las lonjas pierden volumen de negocio, los distribuidores no pueden abastecer a sus clientes y los restaurantes sufren la falta de producto fresco y local. Esto puede llevar a un aumento de la importación de marisco de otras regiones, con las consiguientes implicaciones para la sostenibilidad y la huella de carbono. Mi opinión es que es vital que existan mecanismos de apoyo y seguros que protejan a los trabajadores del mar frente a estos fenómenos naturales, que son impredecibles y escapan a su control, pero que amenazan directamente su sustento. La seguridad alimentaria no puede ser un lujo, pero tampoco debe cargar exclusivamente sobre los hombros de quienes extraen el alimento del mar.
Protocolos de seguridad alimentaria y la influencia internacional
Los protocolos de seguridad alimentaria en España y en la Unión Europea son extremadamente rigurosos, y se basan en una sólida base científica. Las autoridades, como la Consellería do Mar de la Xunta de Galicia o el Ministerio de Sanidad a nivel nacional, supervisan continuamente la calidad del agua y de los productos pesqueros. El IEO juega un papel crucial en la investigación oceanográfica y en el monitoreo de las floraciones algales. Estos organismos no solo aplican la normativa vigente, sino que también participan activamente en foros internacionales para armonizar criterios y compartir conocimientos. La influencia de países como Canadá, con una larga trayectoria en la investigación de biotoxinas, es patente en la definición de los métodos analíticos, los límites máximos permitidos y las estrategias de gestión del riesgo. Puedes encontrar más información sobre el monitoreo en el IEO aquí: Instituto Español de Oceanografía - Seguimiento de Biotoxinas Marinas. La colaboración internacional es fundamental para afrontar un problema que no conoce fronteras marítimas.
Una mirada al futuro: sostenibilidad y prevención
La recurrencia de las vedas por biotoxinas marinas, exacerbada quizás por el cambio climático y sus efectos sobre las temperaturas del agua y los patrones oceanográficos, subraya la necesidad de seguir invirtiendo en investigación. El desarrollo de sistemas de alerta temprana más sofisticados, que puedan predecir con mayor precisión la aparición y la intensidad de las floraciones algales nocivas, sería un gran avance. Además, la búsqueda de nuevas tecnologías para la detección rápida de toxinas en el propio marisco, o incluso in situ en los bancos marisqueros, podría agilizar la toma de decisiones y minimizar el impacto económico.
Desde una perspectiva más amplia, la promoción de prácticas de marisqueo sostenible es clave. Esto no solo se refiere a la gestión del recurso pesquero en sí, sino también a la protección de los ecosistemas marinos para que sean más resilientes frente a fenómenos como las mareas rojas. La concienciación ambiental y la educación de los consumidores sobre la importancia de la seguridad alimentaria y los orígenes de sus productos también son esenciales. Mi reflexión es que estos desafíos demuestran que la gestión de los recursos marinos es un campo multidisciplinar, donde la biología, la química, la economía y la sociología deben converger. Es un esfuerzo colectivo que requiere de la cooperación internacional, de la inversión en ciencia y de la voluntad política para asegurar un futuro sostenible para nuestros océanos y para las comunidades que dependen de ellos. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ofrece mucha información sobre acuicultura y pesca sostenibles: FAO - Acuicultura Sostenible.
En conclusión, la historia de las almejas gallegas devueltas al mar no es solo una anécdota local, sino un potente recordatorio de la compleja red de interacciones que sustentan nuestra seguridad alimentaria y nuestra economía. El eslabón canadiense en esta cadena, forjado a través de décadas de investigación en biotoxinas marinas, ilustra cómo el conocimiento generado en un punto del globo puede proteger la salud y el sustento de personas a miles de kilómetros. Es una lección sobre la interconexión de nuestros océanos, la importancia de la ciencia sin fronteras y la vigilancia constante para garantizar que los tesoros del mar lleguen a nuestras mesas de forma segura.
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