El dilema de la productividad: 2.200 horas anuales y el coste de una cultura de trabajo implacable

La búsqueda de la prosperidad y el desarrollo económico ha llevado a muchas naciones a adoptar modelos de trabajo intensivos, a menudo glorificando las largas jornadas como un pilar fundamental del éxito. Sin embargo, ¿qué sucede cuando esta intensidad alcanza niveles que desafían la concepción de un equilibrio saludable entre la vida laboral y personal? Nos adentramos en el caso de un país desarrollado que, con aproximadamente 2.200 horas trabajadas al año por persona, se distancia drásticamente de otros, como España, donde la media anual ronda las 1.800 horas. Esta diferencia, que se traduce en unas asombrosas 14 semanas de trabajo adicionales al año, nos obliga a reflexionar sobre el verdadero precio del progreso.